He deambulado en Madrid por calles donde no había rastros de ‘Filomena’. No olvido las imágenes de días pasados con la UME enviada por la ministra de Defensa para que pala en mano ayudase a «desatascar» las calles madrileñas. Tampoco olvido el «pique» del ministro Marlaska por no haber sido informado de que el Ejercito estaba involucrado en esa limpia. Vi el miércoles en un telediario de la tv pública alemana ZDF, un reportaje sobre la contribución del Ejército alemán a la lucha contra el covid-19. Un grupo de militares recibían instrucción de una medico para hacer PCR. Esta clase de ayudas que forma parte de las obligaciones no estrictamente militares de los ejércitos de países democráticos, me retrotrajo a principio de los años 80. Realicé una información para TVE, de la primera visita a Bonn de una delegación del Ejército, arma de Aviación, de una España democrática. En la salutación de bienvenida de un oficial alemán dijo entre otras cosas: «El soldado es un ciudadano con uniforme». Era una alusión explicita con dos motivaciones. Una, que el nuevo Ejército alemán no era desde 1945 un Ejército nazi, la famosa Wehrmacht bajo las ordenes de Hitler. La otra, una velada insinuación de que el nuevo Ejército español, y por lo tanto aquellos militares, no estaba ya bajo las ordenes de Franco. Sin embargo hoy en algunos círculos del Gobierno el «ordeno y mando» sigue vigente. La destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos es un ejemplo y hay otros recientes. En esos círculos impera la disciplina castrense sobre los derechos como ciudadanos que son los militares.

* Periodista