Si Ana Botín dice en Davos que el mejor plan de recuperación económica para el presente 2021 es la vacuna no hay más que hablar. Yo a esta señora la escucho, porque no dice tonterías -lo que ya es importante por sí mismo- y porque parece convencida de que el Viejo Continente puede sacudirse un poco de capitalismo cutre de los alerones y caminar hacia una renovada economía sostenible y digital. Sí, sí. No me llamen inocente. No me digan que no sé a lo que van los banqueros, que es más o menos a lo que va mi vecino de enfrente, pero pudiendo, vaya si pueden. La presidenta del Banco Santander, el primero de España, el 16 en el ránking mundial, habla en Davos (bueno, en Davos exactamente no, que el Foro Económico Mundial se está haciendo vía telemática debido a la pandemia) y, aunque defiende lo suyo (¿qué hay de lo nuestro, de la digitalización bancaria, por qué nos encorsetan tanto a nosotros y a Google y Amazon las dejan a su aire?) lanza mensajes positivos dando a entender que son realizables, y al escucharla no puedo evitar pensar si se merecerá la vacuna más que yo. Parece evidente que ella hará más que esta periodista por el planeta, aunque es sabido, por algunas películas, que la persona más insignificante puede tener un tataranieto que salve el mundo o rescatar de una piscina al bebé que luego será un gran científico mundial. Y esa persona podría ser yo si algún día nos dejan salir de casa como antes. Quién sabe. Desde luego, yo se la ofrecería (la vacuna) antes a Ana Botín que a Nicolás Maduro, que ya tiene un botecito de cristal con unas «gotitas milagrosas» que lo curan todo, incluido el covid-19.

En cierto modo, el protocolo de vacunación nos salva de estas reflexiones que podrían llevarnos a una mayor depresión por la poquedad de nuestras propias vidas. Ante la vacuna, como ante la muerte, todos somos o deberíamos ser iguales, ya que su administración es estatal e internacional (¿cómo irá el mercado negro? ¿Por qué se retrasan tanto las dosis de Pfizer y Astrazeneca? ¿Por qué está tan enfadada la señora Von der Leyen, presidenta de la CEVon der Leyen?), y por eso los que se las han inoculado antes de turno despiertan en la masa popular una rabia rugiente. Por eso, y porque no se ha hecho pedagogía: a ver, igual que en una guerra se procura que no maten al jefe de estado, nada de raro tendría que a algunas autoridades les hubieran dado ya el pinchazo. Pero, claro, no a los concejales o a los consejeros o a las cupulitas militares, eclesiásticas o funcionariales mientras nuestras ancianas madres llevan casi un año sin poner un pie en la calle.