El chat

Querido rey Melchor, líbrame de los grupos de Whatsapp. De los del equipo de baloncesto, de los del colegio mayor, de los de la facultad. Líbrame sobre todo de los grupos o chats de quien entienda escribir un poema como creación tribal. Líbrame del envío indiscriminado de instantáneas de felina belleza con turgencia invasiva, bromas y exabruptos que uno puede afirmar tan solo ante sí mismo. Líbrame, al final, de todos los grupos -en realidad, pocos- en los que continúo porque, entre otras cosas, es la única forma de seguir en contacto con amigos lejanos que casi siempre te alegran cualquier momento amargo con un chiste a destiempo o un guiño privado, que sacado de ahí quizá no cumpla las condiciones mínimas del tierraplanismo bienpensante. Porque lo que cada uno diga con su grupo de amigos, o de compañeros, esa jerga íntima, no puede ser tenido en cuenta exactamente igual que si alguien lo firma por escrito en cualquier documento público o privado. Concedo que en el caso de estos militares retirados, varios de ellos mandos importantes hasta hace poco tiempo, el tema es inquietante porque alude a golpismo. Tanto si lo dicen como una coña interna -en un plan tremendista de Valle-Inclán grotesco o un Gutiérrez Solana ya muy fuera de foco, convertido en Torrente-, como si es en serio, habría que preguntarse si el polémico chat de militares retirados debe ser amparado por la libertad privada de comunicarse. Sinceramente, me parece que esta gente ni representa al ejército español, como ha expresado claramente la ministra Margarita Robles, ni al Rey, ni a nadie más que a ellos mismos. Y algunos términos usados son tan graves, y más teniendo en cuenta de quién vienen, que difícilmente podrían ampararse en esa libertad privada. Quizá estaban hasta arriba de coñac y alzamientos, pero los fanfarrones solo han dando munición a quienes buscan la confrontación y el eterno regreso a la España terrible. Afortunadamente, todavía tenemos la Constitución.

* Escritor