Esto es chocante para cualquiera. ¿Cómo está este hombre para que a sus años exclame con tan arriesgada invitación? ¿Qué pretende? Porque muy diferente quedaría si añadiera uno de los más simples posesivos. ¡Viva mi bici! Está justificado: se siente orgulloso con su elemental vehículo... Y hemos terminado, porque ya no cabe en el tema por la edad. Sorprende cuando uno elogia su propiedad, como cuando convoca con cierto orgullo de superhombre al uso del sencillo aparato. ¡Viva la bici! es algo provocativo porque generaliza en el convite y aparece como consejo con cierto orgullo a su uso: observen cómo me mantengo yo por el medio deportivo, económico y, sobre todo , no contaminante.

Si yo tuviera influencia en los medios, fuese conocido o, simplemente, famoso, no sería raro provocar una conmoción en la tropa de entusiastas y detractores. Todo por no añadir un mi a la bici. Está contento con lo suyo y no produce inquietud o rivalidades. Defender la bici en general inicia la lluvia de comentarios: peligrosidad, presunción, temeridad, atrevimiento, abuso de auxilios si me pego el tortazo. Es curioso que la ausencia del posesivo abra la espita de tantas y contenidas originalidades. La bici es universal pero mi bici es mía. ¡Abramos el portal a las opiniones de todos los importantes e inteligentes españoles!: ¡Viva la bici!

Algo semejante se me antoja con esa explosión de adhesiones y afectos hacia nuestro rey, que también debe ser mío. ¡Viva mi rey! Tiene menos camino, cortísimo, que ¡Viva el rey! Yo hubiese puesto el mi para no complicar la vida a nadie porque, entre otros motivos, lo siento más mío que otros. Pero no hubiese provocado ese seguimiento monárquico y de presentación cara al público que ha producido. Ahora lo que hace falta es que siga la lista de puntos y ya tenemos lo que nos gusta: la división por presumir de originales protagonistas o insustanciales e irresponsables seguidores.

Ni viva el rey ni muera el rey. ¡Pues menudo estropicio se produce a la monarquía con cualquiera de las opciones! Se está resucitando el viva Franco tan nefasto, interminable y doloroso para todos nosotros, los simples españoles. Se hacen también millones de rápidos juicios mentales al separar o no al progenitor. Se origina daño a ese hombre joven que, seguro, trata de hacer lo mejor que puede. Es un auténtico fatum nacer en tan notable cuna, con tan incómoda responsabilidad.

Así que volvemos a agruparnos o a matizar las diferencias: católicos o no católicos, taurinos o no, de derechas o izquierdas y, en sus comienzos y que guste o no a la monarquía, del rey o del silencio (los que no salen en la tele). No sé si nos conviene matizar los vítores si por el padre o por su hijo, que Dios ampare. ¡Menudos personajes estamos hechos! ¡Y, encima, con esta covid que nos faltaba!

* Escritor