Espero que este año mis alumnos logren asesinarme. Me he dado cuenta de que ese es el único objetivo que debo perseguir y el único logro que me justificaría como profesor. No me he dado cuenta yo solo, claro. Una revelación como esta no surge de la nada. Tampoco tiene nada que ver con el covid, ni siquiera con las vacunas rusas. Si he comprendido que mi misión como docente es conseguir que mis alumnos acaben conmigo, ha sido gracias a una serie de anime que me ha recomendado mi sobrino Marco. Me explico.

Marco tiene 11 años y un conocimiento casi enciclopédico en lo que concierne a series de animación japonesas. También está aprendiendo el idioma por su cuenta con la ayuda de un manual que le regaló su madre y unos tutoriales de YouTube. Como está tan al tanto del asunto, le suelo pedir que me recomiende series de anime , a lo que correspondo hablándole de libros. A mí casi siempre me entusiasman sus sugerencias. A él, en cambio, apenas le interesan las mías. A estas alturas, ya se habrán hecho a la idea de que Marco es bastante más listo que yo.

Hace unos días terminé Neon Genesis Evangelion , una serie justamente de culto, pero oscura, psicoanalítica y exigente, así que me apetecía pasar a algo más ligero. Le pedí a Marquito que me indicara alguna serie cómica y me respondió con un WhatsApp solemne y profesoral en el que me decía «no puedes morirte sin ver Assasination Classroom, Death Note y Haikyu . Me mosqueó un poco lo de «no puedes morirte sin» (tengo 41 años y el maldito niño me ve con un pie en la huesa), pero, por supuesto, le hice caso. Elegí Assassination Classroom solo porque fue la primera en aparecer en Netflix. Y aquí llegó la revelación.

La trama es, a todas luces, descabellada: un profesor extraterrestre, con cara de emoticono sonriente y tentáculos amarillos, ha destruido la Luna y amenaza con eliminar la Tierra en el plazo de un año. Existe, sin embargo, una posibilidad de que no consume sus planes. Durante el año que le queda de vida a nuestro planeta, será el profesor de la clase 3-Especial, donde se concentran los alumnos más problemáticos del distrito, quienes deben matarle por cualquier medio. Los estudiantes, conscientes de su responsabilidad, hacen todo lo posible por acabar con él. Pero el profesor, llamado Koro-sensei, escapa una y otra vez gracias a su inteligencia, a su fuerza y, sobre todo, a que se mueve a velocidad Mach 20. Tras cada ocasión frustrada, Koro-sensei explica a sus alumnos por qué han fallado, se ríe de ellos para picarles en su amor propio y les anima a volver a intentarlo.

Voy por el capítulo cinco de la primera temporada y no sé cómo acabará la serie, pero sí sé que dar clase de Derecho Administrativo y de Derecho de la Unión Europea, que es a lo que me dedico, no es muy diferente a lo que pasa en Assassination Classroom . Mis estudiantes no deben verme de modo muy distinto al modo en que los alumnos de la clase 3-Especial ven a Koro-sensei: como un ser de otro planeta, que viste raro (¿quién lleva traje y corbata con carácter habitual?) y que habla raro (¿quién se refiere a la «inderogabilidad singular de los reglamentos» con naturalidad?). En el reducido mundo del aula en que sucede nuestra convivencia seguramente me ven como el más rápido, el más fuerte, el que más sabe de la asignatura (no descarto que también sospechen que guardo tentáculos bajo la chaqueta). Estaré con ellos un año (para los estudiantes y los profesores no hay años naturales, sino cursos académicos), al término del cual bien puede ser que acabe con la Tierra y con ellos, como ya acabé antes con la Luna, es decir, que los suspenderé, como ya he suspendido antes a otros. Existe, sin embargo, una posibilidad de que no consume mis planes: que se vuelvan más rápidos, más fuertes y más sabios. Que sean mejores que yo. Que consigan matarme.

Por supuesto, pienso vender caro mi pellejo. No les va a resultar fácil pillarme. Les haré ver todo lo que no saben, les corregiré cada vez que se equivoquen y les animaré a que vuelvan a intentarlo.

Para Koro-sensei y para mí la situación es paradójica: si a final del curso seguimos vivos, habremos perdido, porque los profesores solo ganamos cuando nuestros alumnos nos vencen. Por eso espero que este año, como todos, mis alumnos logren asesinarme. Es lo único que me justificaría como profesor y como extraterrestre. Esto lo sabe cualquier niño de once años con un mínimo de instinto asesino.