Estuve en Salzburgo un fin de semana aprovechando un viaje profesional a Viena. La «ciudad de Mozart» no celebraba en esa fecha sus famosos festivales , pero valió la pena visitarla como ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad. Por todas partes se aludía a los festivales, acicate del turismo y no como ocurre por aquí donde lo primordial es la gastronomía. Este año, pese al coronavirus, se ha celebrado el centenario. Si en 1920, pese a la recién acaba I Guerra Mundial, pudo Salzburgo iniciar estos festivales, ahora, con el covid-19 no podían los organizadores echarse atrás. Y lo han logrado. Desde el 1 hasta el próximo día 30 los Festivales de Salzburgo no han faltado a la cita anual, abreviados. Se han vendido menos entradas que en años anteriores y han acudido menos turistas. El pasado 19 actuó Daniel Baremboim celebrando su 70 participación. Lo recuerdo en el Festival Internacional Ciudad de Lucena y Escuela de Verano para Jóvenes Músicos, dirigido por María José Baum, alma y vida del festival desaparecido. Hoy me pregunto: ¿qué fue de aquel centenar de socios el año fundacional 1991 cuyo número fue aumentando? Alguien dirá: «Es que Lucena no es Salzburgo». De acuerdo, pero es que además no solo es necesario dinero, hace falta sensibilidad para la música culta. Es más fácil cambiar de religión que de malos hábitos musicales. ¡Qué adecuado hubiera sido este año el festival lucentino bajo el dicho popular, «la música aplaca a las bestias»! En este caso la bestia coronavirus. La música hubiera sido la mejor terapia para personas estresadas por la pandemia.