Hasta el miércoles, cuando se aprobó la cuarta prórroga del estado de alarma, no tuve meridianamente claro que mi juicio del lunes 11 estaba suspendido.

De qué magnitud no será el caos en la justicia que una cosa tan simple como esta no estaba clara para nadie. Ni para el Colegio de Abogados, ni en el TSJA, ni para los procuradores, ni en el Real Decreto 16/2020 de medidas en la Administración de Justicia, porque la justicia, en eso que llaman «la nueva normalidad» solo será la «siguiente anormalidad». Fíjense si sirve de poco ese RD que, si no se aprobase, estaríamos igual: con plazos suspendidos, sin juicios mientras haya estado de alarma, sin medios, sin teletrabajo para los funcionarios -cuyos sindicatos tienen mucho que decir sobre su (no)vuelta a los juzgados- y sin saber cómo vamos a enfrentarnos a ese primer día de juicio, «chi lo sa». Pero la justicia es mucho más que ese acto de puesta en escena que es un juicio: todo el trabajo indispensable que no debió quedarse paralizado y que está congelado en un limbo insoportable. Una justicia que el día antes del virus ya venía retrasada, lenta, sin medios, con el título de hermana pobre de las administraciones y que ahora, tras el estado de alarma, será irrecuperable.

A los males de muchos años añadamos ahora el parón y los juicios que se han suspendido durante este tiempo; los señalamientos que ya estaban pendientes; el colapso de los juzgados de lo social con los ERTE y despidos; la sobrecarga de los juzgados de lo mercantil con las empresas extenuadas o muertas; el atasco de los juzgados de primera instancia con nuevas demandas de resolución de contratos o de recobro de cantidades y el tapón de los Juzgados de familia con los nuevos divorcios, los incumplimientos del régimen de visitas y la modificación de medidas que sin trabajo o empresas se imponen, cuando no es posible seguir pagando pensiones.

La justicia ha funcionado en los últimos años exclusivamente por el esfuerzo de los que intervenimos en ella, funcionarios, letrados de la Administración, magistrados, procuradores y, por supuesto, abogados, todos hemos hecho que la justicia medio funcione y ahora ¿cómo soportaremos el virus en unas condiciones que ni siquiera están pensadas? Llevo muchos años paseando mi toga por los juzgados y el mal endémico en la justicia siempre fue el mismo: la falta de medios. Las medidas dictadas solo han servido para prolongar la agonía, para pararlo todo sin sentido, cuando lo que necesitamos es que nos intuben y que nos inyecten mucha, pero que mucha vitamina.

* Abogada