Click. Día 52 del confinamiento. Segundo ciclo de siete días para este diario (al que mantengo la numeración en su versión web, aunque ya no tenga que ver con nada). Tercer día de Paseo. Esta vez es laborable, así que hay que madrugar más para dedicar luego la jornada al trabajo. Cuando publico estas líneas hace muchas horas que salí de mi casa buscando los puntos más tranquilos, y tengo que decir que me he cruzado con bastante gente.

El Vial Norte y la Ribera han estado concurridos en exceso este fin de semana, aunque los cordobeses han vuelto a demostrar su prudencia, civismo y buena voluntad. Buena idea la del alcalde Bellido de dejar peatonales la Victoria y la Ribera, aunque debería extender esta decisión al sábado. Me quejo un poco de los deportistas, al menos de los muchos con los que me he cruzado durante el fin de semana. Me refiero a los que salen a correr (o trote cochinero, el que quiera llamarlo running allá él). Se ve que tienen la ruta programada y las múltiples App que se conectan a sus cuerpos no les permiten apartarse nunca. Nunca. Te tienes que apartar tú. Es lo que hay. Supongo que no será en todos los casos, pero sí en todos los que yo he vivido. ¿Quieres distanciarte los dos metros recomendados de ellos y de sus hipotéticas gotitas? Pues hazte a un lado. ¿Significa eso que sean menos educados y considerados que el resto de la población? No creo. Yo diría que su programación interna les impide movimientos espontáneos, o que algunos están ahora en tan baja forma que un quiebro les destrozaría el itinerario. Bueno, lo que sea, que si ven venir a un deportista con cascos, mejor que pongan ustedes la distancia de seguridad.

Tengo el círculo de mi kilómetro impreso en un papel. Los derechos hay que disfrutarlos. Como miles de personas, hemos mirado en la aplicación geomático y nos lo ha dicho. Fue la diversión del viernes. Mi querida A. ha escrito urbi et orbi diciendo que quiere vídeos de todas las salidas, pero yo no puedo enviárselo: no me gusta pasear mi móvil por el mundo de los virus, intento por todos los medios que se quede en casa, en su cunita, arropadito y desinfectado, como los bebés más buenos

Así, la lección es doble: ya me queda claro para los restos que, apetezca o no, hay que dar un paseo -porque en la pesadilla de ciencia ficción que estamos viviendo nos lo han prohibido durante casi siete semanas- y, en segundo lugar, no está nada mal dejar atrás el teléfono durante una horita. Mi perímetro -me siento muy militar diciendo esto- se queda al borde de un par de sitios que me gustaría volver a contemplar, pero les dejo con la duda, no es este el sitio de fomentar conductas incívicas, bastante se producen por sí mismas.

Hoy, en el Gran Día de las Peluquerías (tengo que preguntar si ha habido reventa de reservas, pues dicen que gran parte de estos establecimientos tienen la clientela asegurada para dos meses) el paseo parece haber pasado al segundo plano informativo, aunque las más afortunadas (y afortunados) han podido estrenar esta tarde nueva imagen, después de una primera incursión a la calle con esos pelos. Pero sepan que la oportunidad de salir a andar sigue teniendo la primera plaza en nuestros corazones, y cuando los cortes de pelo estén ejecutados y los tintes renovados, seguirá teniéndola.