En la provincia de Córdoba la primera oleada de aquella pandemia empezó en la primavera de 1918 y afectó a 26.318 personas con 325 fallecidos, con un pico muy destacado en junio de 20.728 infectados y 196 muertos. En el verano siguieron apareciendo casos, pero las cifras se dispararon al empezar el otoño con un pico en noviembre de 21.443 enfermos, pero infinitamente más letal que el anterior, pues las muertes en ese mes subieron a 1.232. En total el número de enfermos declarados fue de 74.394, que referido a la población de la provincia en ese año, que era de 498.632 habitantes, da como resultado que enfermó el 14,91% y los 2749 muertos habidos suponían una media del 0,55% de la población total. Hubo municipios diezmados como Villaralto donde murieron 58 de sus 1.483 vecinos y otros como Montemayor dónde solo hubo 3 muertos de sus 3.257 habitantes.

Tengo estos datos porque hace unos días, un buen amigo que investiga la vida de un familiar, el Dr. Carlos Ferrand López, descubrió que este había sido el inspector provincial de Sanidad en Córdoba entre 1917 y 1923 y entre los papeles que un nieto custodiaba encontró un librito que había escrito, publicado en 1919, sobre la gripe de 1918 en nuestra provincia. No ha sido fácil conseguir una copia de todo el documento, por las limitaciones del confinamiento, pero al fin me lo han enviado y al menos a mí me ha descubierto esos datos y muchos detalles que desconocía. El opúsculo de pequeño formato tiene 37 páginas, incluyendo 12 dedicadas a cuadros estadísticos de morbilidad y mortalidad desglosados por municipio y mes, lo que es de sumo interés para conocer la evolución de la gripe y cómo el drama no afectó por igual en todos los sitios. El Dr. Ferrand fue un testigo de excepción pues tenía formación epidemiológica, era el responsable en la provincia de la coordinación de las acciones contra la pandemia, que, además, pertenecía desde 1909 a un cuerpo creado fundamentalmente para esa función (aunque no contara casi con medios y ni siquiera tuviera personal administrativo) y tenía experiencia, pues ya había sido inspector en Teruel, Cuenca y Toledo. Redactó estas «notas sintéticas» para el inspector general de Sanidad del Ministerio de la Gobernación en Madrid que trataba de hacer un informe global de toda España que no he encontrado y solo referencia de otro informe similar de la provincia de Cuenca.

La gripe era una enfermedad conocida, tanto que desde 1900 era obligatorio que los médicos comunicaran los casos a las autoridades, por lo que, aunque no conocieran el patógeno que la producía (eso no se descubrió hasta 1933), con todos los matices sabían distinguir por los síntomas a los enfermos que la padecieran y si fallecían lo hacían constar en el certificado de defunción. A esos datos oficiales, que el autor considera aproximados porque hay enfermos que no guardaron cama, ni solicitaron asistencia médica y, al principio, a algún error de diagnóstico, son los que he referido. No están recogidos los datos de la tercera oleada que tuvo lugar en 1919. Estudios actuales a nivel de España estiman que esa tercera oleada supuso el 26% de la mortalidad total, por otro lado, no es descartable que las cifras pudieran haber sido más elevadas en general, incluso al doble.

No fue posible establecer en el primer periodo el origen de la «invasión» en la provincia a causa de que se fue desarrollando en casi todos los municipios y con un carácter muy benigno, afectando sobre todo a población joven de entre 16 y 40 años, pero en el segundo periodo que el autor considera que fue recrudecimiento del anterior, su origen fue el municipio de Cabeza del Buey. En esa zona de Badajoz la epidemia fue muy fuerte, de allí se extendió a los municipios limítrofes del noroeste de la provincia de Córdoba y siguió dirección sureste «pasando por la capital sin causar graves trastornos y propagándose por último, veloz y progresivamente por los... del llano». Considera el autor que los portadores del contagio fueron los feriantes, sobre todo los procedentes de Cabeza del Buey y los soldados excedentes de cupo, originarios de provincias epidemiadas, «estos la llevaron a sus casas contagiando profusa y rápidamente a sus familias, las cuales difundieron enseguida la enfermedad al resto del vecindario». En este segundo periodo «la epidemia respetó, salvo excepciones, a los que ya la habían padecido en el primero. Las invasiones... revestían desde el principio más virulencia, dando lugar a elevadas cifras de casos graves, de evolución rápida con terminación funesta».

Los médicos de la provincia, como siempre, «rivalizaron valientemente a todas horas y a satisfacción de todos en el celoso y extraordinario desempeño de sus humanitarios deberes profesionales» falleciendo D. Alberto Polo, titular de Luque. Entresaco del texto que la gravedad fue causada por «las pésimas condiciones de salubridad, privadas y públicas, que imperan en todas las urbes», «la imprevisión y la desorganización imperante y la general incultura higiénica» y hay mucho más.

* Profesor jubilado de la UCO