Desde hace bastante tiempo la Fiesta Brava está sufriendo un verdadero acoso y derribo por parte de los antitaurinos sin que los aficionados hayamos sabido afrontar «en corto y por derecho» cuáles son los verdaderos problemas que afectan a la Fiesta. De sobra son conocidos pero nadie quiere «coger el toro por los cuernos» por temor a sufrir un percance. Mientras tanto, los autollamados «animalistas» -apoyados por las empresas que anuncian en televisión comida gourmet para perros y gatos- campan a sus anchas por el orbe taurino. El primer problema de la Fiesta, para mí el más grave, es la falta de casta en el toro que salta a las plazas. También el fraude del afeitado que la Autoridad no quiere atajar. Quedan muy pocos ganaderos románticos pues la mayoría ha sucumbido a lo que alguien ha llamado «tauromaquia de mercado». En sus ganaderías no mandan ellos; mandan los apoderados, los representantes de los toreros y hasta los empresarios. Acuden in situ al campo a escoger los toros que han de lidiar sus representados. Han convertido la Fiesta Brava en puro negocio a la par que conforman un poderoso grupo de presión y control sobre la organización de los festejos taurinos, siendo los únicos beneficiados Y encima se quejan de que el público no asiste a los toros. ¿Cómo va ir el público a los toros si sabe que el torero al empezar la temporada tiene firmados 30 o 40 contratos, escogidas las ganaderías y los compañeros de terna? Años atrás la motivación de los toreros -no había vetos- era mayor: había vergüenza torera. Sin competencia no hay emoción que transmitir a los tendidos.

Los empresarios taurinos jamás han mostrado interés por salvaguardar el futuro de la Fiesta. ¿Por qué organizan novilladas pidiendo dinero a los novilleros o al 33%? En vez de organizar corridas de toros sin toros ¿por qué no dan novilladas con picadores, con la falta que hacen? Como el negocio se les está yendo de las manos «arreglan» cualquier abono con el consabido festejo de los Recortadores y el repetitivo cartel de un rejoneador y dos figuras.

En otro orden de cosas, la Fiesta Brava viene soportando el abandono oficial de los poderes públicos. Mi padre ya denunciaba esta situación en la conferencia que con el título «Paralelismo Político-Taurino» dio en la Peña Taurina Los de José y Juan, de Madrid, el 7 de marzo de 1974 y cuando hacía referencia a las subvenciones que se daban -y se siguen dando- a la industria cinematográfica se preguntaba «¿Qué dinero se gasta en proteger la Fiesta Española por excelencia? Cuando se están protegiendo el oso, el buitre, el lobo (añado el lince ibérico, en el que la anterior administración andaluza ha gastado miles de millones de euros en su protección, conservación y cría en cautividad), todavía no hay ningún Organismo que defienda al más hermoso y exclusivo ejemplar de nuestra fauna, el toro bravo». En la misma conferencia trató de la dejadez de la Autoridad por no atajar el fraude del afeitado e hizo referencia a una Orden del Ministro de la Gobernación de Febrero de ¡1953! en cuyo Preámbulo decía textualmente: «... la lidia de reses bravas pasa por una crisis de amaneramiento, ambición desmedida y fraude que el poder público debe atajar. Desde hace años un buen numero de toros de los que se lidian en las plazas de España son sometidos a manipulaciones que quebrantan su fuerza y modifican sus naturales defensas, empleándose para ello incluso procedimientos de innegable crueldad. Está en peligro el prestigio y porvenir de la Fiesta de los Toros». Me pregunto: ¿ha cambiado algo la situación? Incluso la Ley taurina del año 91 en su Exposición de Motivos abogaba por un «aseguramiento de la integridad del toro, de su sanidad y bravura y, en especial, de la intangibilidad de sus defensas». La Autoridad sigue sin velar por la pureza de la Fiesta y los mercantilistas haciendo de las suyas.

Frente al ataque de los antitaurinos, los políticos se han limitado a hacer declaraciones institucionales de apoyo a las corridas de toros como patrimonio cultural de España. Nada más. ¿Nos avergonzamos de reconocer que la Fiesta Brava forma parte de nuestra cultura? Yo no. Me gustan los toros y soy aficionado. Por eso quiero un toro con casta, bravo y con trapío. Quiero que haya verdadera competencia entre los diestros. Quiero que los toreros demuestren su vergüenza torera fuera de las plazas acudiendo a charlas, coloquios... en centros cívicos, asociaciones de vecinos, colegios, institutos y facultades. Y quiero que los ganaderos abran sus ganaderías a los aficionados y a los que no lo son. De una u otra manera es lo que hace años dejó entrever Eliseo Moran: «Los ganaderos y los toreros estamos en deuda con las Peñas» (léase Sociedad). Si la conjunción de estos deseos culmina en que Toro y Torero transmiten emoción a los tendidos, se conseguirán dos cosas: que el aficionado y los públicos llenen las plazas de toros y que los antitaurinos pierdan influencia. El Toro está en la plaza de Los Califas (Lagartijo-Guerrita-Manolete).

* Abogado