Amante de la palabra soy, por ello, muy al principio de la tan nombrada, desafortunadamente, «manada», rechacé esa forma de nombrarles, por la misma razón

que utilizo desde hace más de 20 años las palabras miembra, feminario, sera humana, jóvena, mayora y otras muchas por las que en ocasiones sigo siendo ridiculizada o despreciada, siendo tachada de analfabeta.

Haciendo caso omiso al tan poderoso mandato patriarcal, seguiré defendiendo que de lo que no se habla no existe. Por ello es tan importante que se nombre la violencia contra las mujeres, políticas para la defensa de los derechos de las mujeres, crímenes contra las mujeres, etc, y dejar de sustituir mujeres por género, porque no es correcto, se asesina y se viola a las mujeres, no a los géneros, y desde luego las mujeres no somos lo doméstico, ni lo intrafamiliar, ni la igualdad, ni lo social... ni etc, etc, somos mujeres y como tales deben nombrarnos. Pregúntese la Real Academia Española y resto de personas letradas o iletradas por qué os resistís a visibilizar a las mujeres a través de la palabra utilizando cualquier sofisma que elimine a las mujeres como sujeto.

Bien conocen quienes tienen el poder de la palabra y de autorizarla que el lenguaje sexista también es violencia contra las mujeres, actuamos como pensamos y pensamos como hablamos. Si queremos eliminar la violencia contra las mujeres, hay que abordar una de las herramientas patriarcales más potentes que la mantienen, y no es otra que el lenguaje sexista, racista, xenófobo, homófobo o bélico.

Rafaela Pastor Martínez es la Presidenta de la Plataforma andaluza de apoyo al lobby europeo de mujeres.