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Manuel Fernández

Bicicletas y patines

El siglo XXI no es solo la revolución de los móviles, esa dependencia casi absoluta de la voz o la escritura de alguien a distancia, que a veces solo es deseo y las más una alteración fatal del volumen de las cuerdas vocales de usuarios del autobús sin más contemplaciones que nos dan a conocer a voces el estado de su familia. El siglo XXI no es solo ese ordenador portátil que llevamos en el bolsillo incluso cuando hacemos deporte y que ha alterado tanto las conversaciones que estas se convierten en un intercambio de fotografías de «mira lo guapa que iba mi hija en la boda» o de abuelos que piensan, con razón, que sus nietos son lo mejor del mundo «no sabes lo que hace con los apenas dos añitos que tiene». El siglo XXI no es solo ese tiempo en el que muchas tonterías dichas por personas a las que llaman influencers se convierten en virales, nueva palabra que ya no se refiere a un virus biológico sino informático, de rápida difusión, como los memes, ideas, frases, imágenes o vídeos que son replicados de forma masiva a través de las redes sociales, blogs o emails y pasan de persona a persona de manera explosiva. El siglo XXI no es solo ese chiquillo que apenas si sabe hablar pero que se entretiene con la pantallita del móvil viendo dibujos animados. El siglo XXI es también el tiempo en donde se intenta hacer la vida más respirable y evitar los humos nocivos de los coches para la salud, como el beneficioso Madrid Central de Carmena puesto en cuestión ahora por el PP. Por eso sobre todo el siglo XXI es el del auge de las vehículos sin humo, como las bicicletas y los patinetes eléctricos. Cuando el patinete era de madera con ruedas de goma se impulsaba con los pies del usuario, que así hacía deporte. Luego la madera se convirtió en aluminio y las ruedas de goma, en material sintético. Y del patinete deportivo, que sirve para hacer acrobacias, pasamos al eléctrico, que va con batería y motor para desplazarse a una velocidad de hasta 30 kilómetros por hora. Evidentemente estamos a favor de los vehículos sin humo, pero no nos gustan esos patinetes eléctricos que pasan de improviso, con una rapidez casi de rayo, a nuestro lado, por una acera de poco más de un metro y nos regalan el susto del paseo. Y eso que en paralelo, a unos dos metros, había carril bici. Lo mismo ocurre con las bicicletas desbocadas. La calle Gondomar ha pasado de ser una vía peatonal a un amplio carril bici para patinetes eléctricos y bicicletas donde los peatones tienen que ir en busca de espacio seguro. Lo mismo ocurre por el Puente Romano, lugar peatonal por excelencia para contemplar la belleza arquitectónica de Córdoba. Si bicicletas o patinetes no te atropellan.

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