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Historia en el tiempo

¿Futuro contra pasado?

La historia es un continuum, no existe antinomia entre el ayer y el mañana

Semejan muy puestas en razón las aceradas críticas formuladas por el Sr. Presidente del Gobierno de España acerca de la obnubilación que atribuye al Partido Popular por la resurrección del pasado. Conforme a su acertada opinión, las grandes batallas políticas se libran con la mirada fija en el porvenir, reino de la libertad y la creatividad.

Mas sucede, empero, que no existe antinomia o enfrentamiento alguno entre el ayer y el mañana, ya que la historia de las mujeres y hombres es ante todo y por encima de todo un continuum, un diálogo permanente y fecundo entre lo que fue y será al servicio de lo que es: la omnipresente realidad. Particularmente entre los grandes pueblos --entre ellos, y en el pelotón de cabeza, el español-- es esta una regla canónica de su configuración e identidad. Y extraña, en verdad, mucho al respecto que alguien como D. Pedro Sánchez, cuyo licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales trascurrió en el prestigioso Centro Universitario María Cristina de El Escorial, regentado por una orden religiosa tan española y liberal como la de los agustinos, albergue recelo y prevención asaz ahíncados cara a un pasado en muchas ocasiones refulgente, y que tuvo como protagonista mayor en varios de sus episodios más afamados culturalmente algunos capítulos de la rica trayectoria del monumento escurialense, en incontables ocasiones considerado como uno de los símbolos de más potente atrezzo y fulgor de la civilización hispánica.

Con todo, sin embargo, tal vez saturado de la densa atmósfera de la España imperial y de la más arquetípica de sus figuras, el rey Felipe II, que penetra y se expande por todos los poros del grandioso edificio del que fuera su fundador, concibiese el controvertido líder socialista alguna reluctancia frente a un clima conformado en no pocos aspectos por un culto sin reservas hacia la España del Quinientos y todo lo por ella encarnado y defendido, piedra angular, para sus más sobresalientes analistas, de su identidad más específica.

Mas, al margen de las respetables vicisitudes juveniles de nuestro actual presidente de Gobierno, la sociedad española no ha de tener reserva alguna frente a la inexistencia absoluta de una oposición o desencuentro entre el legado aportado por el esfuerzo y patriotismo de las generaciones que labraron hondamente el curso de nuestra muy destacada contribución a la cultura occidental y el afanoso empeño de las actuales por mantener a su patria en vanguardia de las conquistas sociales por un mundo mejor. La deturpación partidista, centrada la mirada en intereses banderizos, es, obviamente, rechazable; pero no así el legítimo orgullo de pertenecer a una comunidad de tales características.

Y, bien administrada, la cultura historiográfica, unidas pero no confundidas sus diversas etapas y edades, constituye un motor de primer orden en el avance de las sociedades que así lo creen y practican.

* Catedrático

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