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La paciencia de los españoles

Podría haber sido el argumento de una tesis doctoral, o bien un tratado de metafísica, o un estudio de neurociencia de investigadores becados, o la temática de unas jornadas de la universidad de verano; pero fue en la sede de la soberanía popular, donde encontraron eco las palabras de la diputada portavoz en su ejercicio semanal de control al Gobierno, cuando en el Parlamento resonó solemne esa pregunta, atrevida e inteligente, que mantiene en inquietante vilo y penosa duermevela a los ciudadanos de a pié: «¿cree el Gobierno que la paciencia de los españoles es infinita?» No, no crean que es cachondeo ni una escena tomada de un ensayo de Saramago, está en el sueldo y en las preocupaciones de Su Señoría. Tú sí que sabes preguntar.

La respuesta está en el viento, hubiera dicho el expresidente parafraseando a Bob Dylan. Claro que no es lo mismo el nivel de imperturbabilidad, según el bolsillo y los principios de cada uno. Y aquí no valen medias estadísticas. Habría que preguntarles a los parados de larga duración cual es su nivel de paciencia, a los padres de familia numerosa que hacen cuentas para llegar a fín de mes, a los autónomos que dependen de su buena salud y de sobreponerse a sus cuitas para abrir sus negocios y mantener a sus familias, a los trabajadores de Alcoa cuyos sustentos penden de un hilo. Habría que preguntarle a las personas dependientes que llevan años esperando que se haga efectiva esa ayuda reconocida que no acaba de concretarse, a los agricultores que esperan los frutos de sus cosechas mirando hacia el cielo cada mañana, a las viudas con 490 euros de paga mensual, a los sufridos consumidores de las eléctricas más caras de Europa. Y si me lo permiten, también a los seguidores del Córdoba Club de Fútbol que van a tener que fichar más santos y patronos en el mercado de invierno, o a los que quieran coger un avión comercial en nuestro aeropuerto, y a tantos otros por su nivel de aguante y estoicismo.

No, no es precisamente nuestra asignatura pendiente, más bien somos catedráticos de paciencia. Es casi de lo único que estamos aún bien armados. Ya nos lo avanzó la Santa de Ávila, que lo veía venir: la paciencia todo lo alcanza. Incluso a escuchar a sus Señorías en la sesión del supuesto control.

No es indolencia ni resignación, es la constancia que se opone al mal, es la actitud que nos lleva a soportar toda clase de vendavales y contratiempos, es la fortaleza del débil. En una sociedad donde casi todo resulta frenético y donde el tiempo es oro, la paciencia es todo un arte, un ejercicio de fuerza y coraje. No tenía necesidad Su Señoría de realizar en sede parlamentaria dicha pregunta, hubiese bastado con un selfie tan de moda, en el espejo mismo tenía la respuesta. La paciencia de los españoles dura y llega, Señoría, como el grito de guerra de Buzz Lightyear, ¡hasta el infinito, y más allá!

* Abogado y mediador

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