Hace 20 años estuve a punto de ser frutero en el mercata. Y por ello realicé todos los trámites para conseguirlo. El Ayuntamiento me pidió bastantes cosas y todas de pago: alta en el epígrafe correspondiente, autónomo, Seguridad Social, pago de la tasa de ocupación, etc. Vamos, que por un montón de ciruelas que iba a pregonar tenía que pagar la tira de impuestos. Pero lo que más me llamó la atención fue que tuve que realizar un curso de manipulador de alimentos. Me decían que con la salud pública todas las precauciones eran pocas. Hoy estoy muy orgulloso de dicho título y lo tengo colgado junto al de licenciado en Derecho. Pero en su momento vi que era un pego porque para manipular alimentos, el vendedor lo que tiene que tener son las manos limpias y yo las tenía. Después pensé poner un bar y me desanimé de tanto impuesto y de eso de salida de humos. No veas la cuantía de las multas si fallabas. Eran tan altas que me hizo pensar que dichas exigencias no buscan otra cosa que el dinero de las multas. Pero eso no me echó para atrás, sino que vi que lo que da para pagar todo eso, como es la terraza en verano, te la levantan en las mejores horas para no molestar a los vecinos; como si todos los bares fueran pub con altavoces de campo de futbol. Pero cierto patriotismo me decía que esas cosas había que aguantarlas… hasta que el otro día tuve una crisis de fe en el sistema y concluí que parece que a los pequeños empresarios la administración les amarga la vida para que tiren la toalla. Y es que fui a una gasolinera de una autovía punta, que a pesar de vender miles de litros diariamente tenía una sola trabajadora multiplicada por cuatro, pero con un sueldo ridículo. La chavala se iba a volver loca: era cajera de la gasolina y dependienta de la tienda; y ya para rematar, también ejercía de camarera del mini bar poniendo las tostadas y el café. Y encima le quedaba tiempo para ofrecerte dos pares de tabletas de chicle, garrafas de aceite y juegos de cuchillos... vamos, que a la chiquilla solo le hacía falta poner el culo al empresario. Curiosamente hacía de todo menos lo principal: coger la manguera de una mercancía peligrosísima. Fíjense si se gana dinero en este campo laboral que estamos dispuestos a hundir el planeta a restarle un euro a las grandes compañías. Soy consciente que hay gasolineras que están aguantando la vieja escuela y mantienen cuatro o cinco currantes. Pero no es la tendencia. Las leyes deben cambiar y ser consecuentes con una actividad tan gananciosa como inflamable. Porque estos agravios comparativos solo conducen a que el pueblo no respete las leyes y no tenga otra que acudir presto a la picaresca y la clandestinidad. Y al final perdemos todos. Bueno, no, todos no…

* Abogado