El fenómeno de las efemérides y conmemoraciones culturales no es nuevo y está cada vez más extendido. Como se sabe, se trata de redescubrir para el presente hechos, obras y vidas que tuvieron o tienen aún un fuerte impacto; esta suerte de «arqueología cultural» nos sirve para revalorizar elementos destacados de nuestra historia, de la vida social, artística o cultural. Dado que Córdoba cuenta en este terreno con abono suficiente, el azar ha hecho que en este 2017 coincidan los centenarios del nacimiento de Ricardo Molina y Manolete.

Ricardo Molina, pontanés de nacimiento y cordobés de adopción, es sin duda una de las figuras literarias y culturales más potentes de la mitad del siglo pasado; a su singular voz poética hay que añadir la de su labor en el campo del flamenco y, en general, su faceta de agitador cultural. De todas esas facetas nos hemos querido ocupar en el programa del centenario que hemos desarrollado: poesía, crítica, flamencologia y teatro. Entre todos los participantes se ha podido dibujar el perfil de Molina y actualizarlo a nuestros tiempos. Quizás de entre lo que nos sentimos más orgullosos sea la reposición -solo se representó un día, el del estreno, en el Patio de los Naranjos- del auto sacramental El hijo pródigo. Las dos funciones desplegadas en el Teatro Góngora merced a Trápala Teatro estuvieron repletas y entre las muchas personas pudimos contar con la entusiasta presencia de Pablo García Baena. También lo homenajeamos con una exposición fotográfica de Manolo Muñoz, una interpretación personalísima de los espacios de Sandua y el Bejarano. Y no podía faltar la edición, una antología selecta, a cargo de Pedro Roso y editada por Hiperión. Ricardo Molina no deja de estar entre nosotros, de hecho en estos momentos cuelgan en rejas y balcones de patios cordobeses versos suyos. Nos conformamos si el tributo que le hemos ofrecido a él haya podido llegar a cientos de ciudadanos

Pero también acaba un año en el que Córdoba se ha volcado en recordar a quien es ya Hijo Predilecto de la ciudad. Desde la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba se aceptó el mandato unánime de todos los grupos municipales para celebrar en 2017 una serie de actos en honor del centenario del nacimiento de Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, Manolete, constituyéndose a tal fin una comisión que se ha ocupado de darle forma a este acuerdo. Ese empeño, que titulamos Manolete, 100 años vivo, se inició en marzo y acabará el 31 de diciembre, prácticamente un año entero. Entre una y otra fecha, exposiciones, conferencias, publicaciones, proyecciones, paseos por Córdoba de la manos de Manolete y, así, hasta medio centenar de actos.

No cabe duda que más allá de reivindicar a quien ha sido el torero más importante de la historia, a quien contribuyó con su arte a olvidar los pesares de la posguerra, Córdoba ha reivindicado una memoria que, en este caso, no es historia, sino presente.

Los actos en honor del hijo de doña Angustias han corroborado la imagen de Córdoba como la ciudad de Manolete, y de Manolete como el torero de Córdoba, el cordobés digno embajador de la ciudad de los califas. En el espíritu que nos animó a desarrollarlos, anidaba la idea de ofrecer una imagen contemporánea de quien en su momento fue uno de los hombres más modernos de un país atrasado. Pero quedarse con la imagen, con la simpleza de la epidermis, hubiese sido una gran equivocación. Por eso, se ha pretendido llegar al tuétano del torero, a la raíz de su existencia. Quien este año pretendiese conocer hasta los últimos detalles de la tauromaquia de Manolete pudo hacerlo en las numerosas conferencias que se celebraron y en la que participaron desde escritores hasta compañeros de profesión. Tampoco debemos dejar de mencionar que al albur del nombre de Manolete, otras ciudades españolas, pero también francesas, portuguesas y mexicanas, han rescatado su nombre, si es que alguna vez lo olvidaron.

Como en todo balance, queda reflexionar sobre aquello que podría haberse hecho mejor y sobre si el esfuerzo ha permitido que Manolete obtenga el reconocimiento institucional que se merecía. Incluso más allá de ello, podríamos preguntarnos si tiene sentido reivindicar a un torero como un héroe en el siglo XXI, y, no cabe duda, quienes se opusieron a que fuese proclamado Hijo Predilecto, así lo expresaron con toda legitimidad. Puede que toda reivindicación de este año tan manoletino haya sido en vano y, por supuesto, evanescente. Aun contando con ello, si alguien se merecía ser recordado sin que la ciudad recibiese nada a cambio, ese es Manolete. Y en ese aspecto, la Delegación de Cultura y la comisión organizadora quiere sentirse culpable del hecho.

* Teniente de alcalde de Cultura y Patrimonio Histórico