Cuando las andas con Jesucristo y la Virgen entraron en la carrera oficial, donde se hacía patente la belleza del entorno de la Mezquita, los penitentes tuvieron que abandonar la procesión porque en el gran templo, la Catedral, a pesar de tanta información sobre su segunda puerta, no tenían cabida.

Otros años, desde el San Rafael del Triunfo, junto al Seminario, los turistas y amantes de la Semana Santa y su belleza veían la procesión que venía del Campo de la Verdad sin problema alguno. Este año era imposible subir a ese estrado, que ocupaba parte de la Semana Santa pagada, esa que quienes organizan y mandan en la ciudad han privatizado.

El PP emite un comunicado en el que dice que pide el voto de los cordobeses porque va a mantener la Semana Santa en la zona más vip de la ciudad. Bien está. Pero las procesiones de la Semana Santa, que tanto atraen a creyentes como a agnósticos, deberían depender de otros códigos para su supervivencia.

Hace años la Feria de Mayo tenía en La Victoria su mejor enclave. Ahora sería casi imposible por falta de espacio con tanto coche como anda por ahí. Por eso se fue al Arenal, donde siguió siendo una Feria abierta, tan distinta de la de Sevilla, cerrada por principio y filosofía.

La Semana Santa de Córdoba ha trasladado su carrera oficial del amplio centro a la estrecha Judería. Por lo que, por falta de espacio y para evitar males mayores, ha tenido que privatizarla y hacerla accesible sin cortapisas solo a quienes pagan palco o silla.

Quienes desde Córdoba han criticado la Feria de Sevilla por no ser abierta como la de aquí han tenido que cambiar de filosofía al contemplar la Semana Santa cordobesa.

Los desfiles de procesiones, una costumbre hispana sin más cortapisas ideológicas, no pueden suponer un problema para una ciudad. Por eso alguien debía de tomar una decisión en condiciones: si se quiere que las procesiones recorran en su carrera oficial el entorno de la Mezquita, que quiten esos espacios de palcos y sillas donde se sientan solo quienes pagan. Aunque el obispo diga que «con el esplendor del templo y la apertura de la segunda puerta la Semana Santa ha ganado muchísimo al pasar por la Catedral». Donde no han podido entrar los penitentes, el auténtico fervor del pueblo en Semana Santa.