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La retranca

Jesús Vigorra

Uno de tres

Una frase común y recurrente, insoportable y que me pone de los nervios, es cada vez que oigo a alguien decir frente a la plaga del paro, a la falta de recursos y a la impertérrita crisis aquello de «...pues los bares están llenos», o «en la feria no cabía un alfiler». Me pasa lo mismo que cuando oigo a los políticos decir aquello de «es que la gente lo está pasando muy mal»”. Unos lo dicen con cara de cordero degollado, otros con la indignación propia del revolucionario de taberna, y hay quien lo dice con la pena de un postulante en mesa petitoria: «es que la gente lo está pasando muy mal», dicen y repiten a cámara. Si decido votar el próximo día 26-J (me lo estoy pensando) desde luego prometo aquí y ahora no hacerlo por ningún candidato al que haya oído decir eso de «...es que la gente lo está pasando muy mal». Porque ciertamente mucha gente lo está pasando no mal, sino fatal; pero, quién se revela y duele en tercera persona cuando acaba el show se va al restaurante de moda, los políticos a sus encuestas y el señor cura a su misas. Y esa gente por la que tanto sufren y se indignan sigue en sus colas al INEM, con sus 400 euros mensuales, buscado en los contenedores y disimulando su vergonzante situación a las puertas de Cáritas. Porque esto de la crisis ni se acaba, ni mengua ni remite, digan lo que digan ministros y economistas, que se empeñan en ver la botella medio llena cuando la realidad es que la botella así solo se ve cuando la mira un borracho. Mientras andábamos de feria, se publicó la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, también conocida como la encuesta de la pobreza, un mazazo sobre todas esas quimeras que vienen desde los «brotes verdes» de Zapatero y la recuperación de Rajoy. El estudio dice que más de 13 millones de personas están en riesgo de pobreza en España, tres de cada diez, uno de tres, pero resulta que cuando el tres no es un número es una estadística, y entonces el uno resulta ser una desgracia, y el uno nunca soy yo. Y desde esa posición, ser pobre o en caída libre hacia ese destino, con un subsidio de 400 pavos, no sabemos nada quienes hablamos y sentimos de oídas, o de estadistas. Es imposible hacernos a la idea con la nevera llena, el coche en el garaje, el apartamento reservado para las vacaciones de verano y los hijos en la universidad. No podemos hacernos a la idea quienes tenemos trabajo y cobramos a fin de mes, porque debe ser muy duro pasar los días y los meses sin hacer una peoná, repartir curriculums sabiendo que opositan al paro, ver crecer los hijos de jóvenes a adultos sin haber conseguido su primer jornal y sin la esperanza de encontrarlo. Y enciman aguantar la matraca de que hay que reinventarse. H

* Periodista

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