El Obispado de Córdoba ha cedido al Ayuntamiento de Espejo el uso de la más de cuatro veces centenaria ermita de San Sebastián. A cambio, el Consistorio municipal se compromete a efectuar las debidas gestiones para la puesta en valor de este edificio que precisa «una acción inmediata de rehabilitación y consolidación». No es la primera vez que este cronista hurga en esa herida cada vez más sangrante, deseoso, como todo el vecindario, de su pronta curación. La ruina definitiva del inmueble --de no adoptarse lo antes posible estas medidas-- conllevaría la privación de parte del patrimonio monumental espejeño que se forja en la época Moderna, y la pérdida de un referente inapelable del pasado de esta población. El interés por preservarla va íntimamente ligado a velar por la historia de esta localidad, que sufre también las pestilencias y calamidades tan frecuentes en los tiempos modernos. Para defenderse contra ellas, sus vecinos impetraron la protección de los mártires San Sebastián y San Roque, dos figuras importantes dentro de la fenomenología religiosa de las epidemias. Sendas ermitas les fueron erigidas extramuros de la villa para formar como una muralla de protección contra cualquier azote mortal. La dedicada a San Roque fue derruida en el siglo XVIII; la que nos ocupa, en cambio, se mantiene abierta al culto y se acomete en ella una serie de remodelaciones. La más importante se efectúa en 1784, cuando restaura su fábrica, de una sola nave que originariamente medía veintidós metros de longitud, incluido el presbiterio, por algo más de cuatro metros y medio de anchura. Pero también se abre una capilla de cerca de veintidós metros cuadrados de planta en honor a Santa Rita de Casia, que costea Cristóbal Manuel de Gracia Verdejo para entronizar en ella a la imagen titular. Esta ampliación es fruto de la devoción a Santa Rita que habían propalado los predicadores agustinos recoletos del convento de la villa de Luque, que de forma heroica habían socorrido a los vecinos de Espejo en la mortífera epidemia de mediados del siglo XVII que azotó a este rincón campiñés.

Somos conscientes de las dificultades económicas que entraña la reparación de esta pequeña iglesia, pero sería lamentable el quebranto patrimonial que la falta de ayuda por parte de las instituciones que correspondan ocasionarían al espejeño de hoy y al que nos ha de suceder. No sería justo menoscabar la oferta turística y cultural de este pueblo, en cuyo trazado urbanístico, y en uno de sus rincones más atractivos y de mayor encanto, la ermita de San Sebastián y Santa Rita --catalogada por el PGOU de Espejo como edificio de Protección Integral-- constituye una de sus más relevantes señas de identidad. Ojalá que el anunciado proyecto que Obispado y Ayuntamiento firmaron el pasado día 6 de abril lo veamos pronto transmudado en realidad. En esta Atalaya de la Campiña, situaciones similares con final venturoso --alguna relativamente reciente -- no faltan. H

* Cronista Oficial de Espejo