Bartolomé Cañete Cerrillo ha cumplido 90 años de referente de cómo debe ser una persona. Empezó a trabajar a los 7 años recogiendo carbonilla que vendía a los maquinistas. A los 14 ya era barman de la mejor cafetería de Córdoba, Dunia . Ante la imposibilidad de estudiar por ser pobre, con 17 años decidió trabajar y ver mundo enrolándose en un transatlántico durante 7 años. Pasó de ser porteador de cajas a relaciones públicas del barco. Su travesía terminó en el Perú donde vivió más de 20 años y trabajó en los más diversos empleos hasta crear su propio alto horno para la industria naval. En Perú se graduó en Administración y Dirección de Empresas y el Ché Guevara tuvo la suerte de conocerlo a él. Lo mejor, que formó una familia junto al amor de su vida, la española Maruja, con la que tuvo a su único hijo, mi querido Bartos. Un golpe en Perú se lo quitó todo pero se quedó con lo esencial para empezar: su valentía, su mujer y su niño. El nuevo exilio fue en su añorada Córdoba. Con lo poco que pudo salvar montó aquí las tiendas de HI-FI y Discos Beethoven . Y abrió un restaurante. Desde que se jubiló no dejó de trabajar en joyería, arte y maderas. Maruja ya nos dejó y Bartolomé vive en una estupenda residencia donde su familia y sus amigos lo mimamos y, aunque la dichosa artrosis lo castiga, su mente sigue joven y sana como aquel chico que vendía carbonilla. Por eso le sigue gustando imaginar nuevos negocios, discutir de los filósofos clásicos y, sobre todo, soñar que vuelve a coger un barco de la mano de su Maruja amada. Un barco con la ilusión como bandera.

* Abogado