Según señala la Real Academia Española de la Lengua, el concepto terrorismo se define como la dominación por el terror, la sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. Es la dictadura del miedo. Y desgraciadamente terrorismo se convierte en la palabra clave de nuestros días, tanto fuera de nuestras fronteras con los atentados de París, como dentro de las mismas con las decenas de víctimas de la violencia de género y las 127.000 denuncias anuales por esta lacra social que denunciamos, en las puertas de la manifestación que tendrá lugar en las vísperas del Día Internacional para su erradicación. Aunque en ambos supuestos las causas sean bien distintas, inocular miedo y sembrar el terror sigue siendo el método vigente atacando y cuestionando, fundamentalmente, dos valores comunes y fundamentales: la vida y la dignidad de la persona de un lado, y la libertad de otro. En ambos casos, se cuestiona nuestro modelo de sociedad y de cultura, nuestro estilo de vida cimentado durante siglos en la búsqueda de un ideal colectivo de vida, de leyes justas, de enseñanza para la libertad personal, para la integración de lo diverso desde el respeto mutuo. El terrorismo es una declaración de guerra contra la razón y la libertad. Por eso la victoria frente al terrorismo tiene que ser colectiva, de todos sin paliativos. Se pide así un pacto de Estado contra el terrorismo doméstico que erradique tanta barbarie aunque para conseguirlo deberemos ir también contra la cultura imperante de la violencia y contra los estereotipos sexistas que arropan y animan aquellos resultados. La violencia de género es parte de una cultura de violencia, y mientras se siga alimentando ese patrón y cosificando a la persona, poco avanzaremos. Y respecto del terrorismo yihadista, a nivel global se pide una Europa unida más allá de intereses económicos, en sus valores fundacionales para preservar el respeto a la dignidad de la persona. Los ataques de París cuestionan esos valores, la ciudad del Sena fue la cuna de la Ilustración, del derrocamiento del absolutismo, del nacimiento de la ciudadanía moderna, de la proclamación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En estos días frente a la violencia pedimos paz, y frente a la injusticia exigimos justicia. Pero no olvidemos que la paz es fruto de la justicia aunque haya cada vez más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad. En un mundo globalizado, solo alcanzaremos nuestra seguridad si nos podemos mirar en el espejo de la paz y la justicia para todos.

* Abogado