Un montillano con más ilusión que acierto propuso, hace años, la creación de una asociación de jubilados a otros paisanos con reconocida experiencia en estos temas. El asunto parecía viable en sus inicios, pero, tras los primeros pasos, hubo que tirar la toalla apenas se percató del volumen de actividad y de medios que precisaba. Y nunca más volvió a tratar el caso... Y es que resulta de gran complejidad gestionar la jubilación y otros compromisos que administra el Estado de Derecho que pretenden devolver a los contribuyentes sus aportaciones a lo largo de su vida laboral. Con independencia de su cuantía, que se corresponde con el carácter contributivo o no, hay que reconocer que son muchos más los compatriotas que perciben cada mes una cantidad de dinero, que alivia la maltrecha economía doméstica en el último tramo de la existencia. Existen familias sin ingresos o con cantidades tan reducidas que son los mayores los que aportan las pensiones que perciben tras su jubilación. Las nuevas circunstancias han invertido los roles, convirtiendo en "capitalistas" a los ancianos evitando el abandono y el maltrato de muchos de ellos, que son ahora la gallina de los huevos de oro. La gente más sencilla no termina de comprender que alguien deposite en sus manos algún dinero a cambio de nada. A ellos, que se han dejado las espaldas por esos liños de Dios, bajo un sol impenitente, que se han dejado el alma prendida en los olivares de nuestra tierra esperando el fin de semana para pagar en la tienda.

Todavía hay quien no se lo cree. Por eso, en los primeros días de cada mes las largas colas no han mermado, a pesar de que todo el mundo conoce que el dinero puede guardarse en una libreta o cualquier otro procedimiento bancario. Hasta hay quien comenta maliciosamente: "¿ Y si se acaban los billetes?". La pregunta puede dejar sin resuello a más de un compañero de cola.

* Maestro