Hoy amanece Córdoba con un nuevo Ayuntamiento, al igual que en muchas otras ciudades y pueblos de España, y es que se han hecho realidad de poder los resultados de las municipales del 24-M. El Partido Popular, a pesar de haber sido el que más número de votos obtuvo en esos comicios, ha perdido cientos de alcaldías. Entre ellas, la que más directamente nos interesa, es la de Córdoba. Ha funcionado el pacto, previsto prácticamente desde la noche del 24, entre PSOE, IU y Ganemos, que sumaron un concejal más que PP, Ciudadanos y UCOR. Esto ha permitido que el bastón de mando municipal pase de las manos de José Antonio Nieto a las de Isabel Ambrosio.

Esta situación no es nueva en Córdoba, donde los pactos de Gobierno municipal entre PSOE e IU --salvo en el período 95-99, en que la falta absoluta de sintonía entre las dos formaciones de izquierda permitió la Alcaldía de Rafael Merino-- han sido parte de nuestra genética política local. Claro está que ahora hay algunas variantes. Por ejemplo, que por vez primera los socialistas se hacen con la Alcaldía ya que, hasta ahora, lo que habían conseguido era compartir gobierno como socio minoritario de Izquierda Unida.

Así pues, Isabel Ambrosio le ha dado la vuelta a la tortilla en su relación con sus antiguos socios. Es nueva también en las lides municipales aunque tiene una larga experiencia política, tras su paso por el Parlamento de Andalucía y por la delegación de la Junta en Córdoba. Tendrá a su favor su carácter poco dado a la estridencia y sus formas conciliadoras, lo que, en teoría, debe contribuir a suavizar las relaciones con el resto de los grupos a lo largo de un mandato que se presenta novedoso y complicado. Novedoso porque, dada la composición del pleno, el ejercicio de la actividad, tanto funcional como política, va a ser muy diferente de lo vivido hasta ahora. Diferente y complicado ya que, tras la renuncia a última hora de Ganemos a formar parte del Gobierno local por decisión asamblearia, PSOE e IU, con once concejales entre los dos, se van a encontrar en desventaja respecto a la oposición, que suma 18. Esta distribución de fuerzas obligará a una permanente negociación para poder gestionar los asuntos de más calado, e incluso los del día a día.

Es evidente, como refleja la aritmética política, que los cuatro concejales de Ganemos van a ser los que inclinen, hacia un lado u otro, la balanza en la toma de decisiones, con lo que tienen asegurado un importante protagonismo, aunque no pertenezcan al Gobierno. En cuanto a Ciudadanos, con dos concejales, y UCOR con uno, tendrán una reducida capacidad de influencia.

Queda, por supuesto, el PP, que es la primera fuerza política, con cuatro concejales más que el PSOE, y los mismos que suman los socios de Gobierno, es decir, once. Por tanto, tienen una gran posibilidad de actuación, siempre y cuando su estrategia sea la adecuada. Cierto es que José Antonio Nieto ha ganado las elecciones y es comprensible, desde el punto de vista humano, que se enfrente a este nuevo período con la sensación de que le han quitado algo que le correspondía. Bien es verdad que él debe ya tener el cuerpo hecho a esto, porque también ganó en el 2007 y no fue alcalde, igual que le ocurrió a Merino en el 99. Claro está que no es lo mismo que te impidan serlo que te quiten cuando lo eres.

Pero, dicho esto, el PP, tras cuatro años de mayoría absoluta, y ahora en la oposición, no debería caer en la tentación del navajeo vengativo, lo cual puede ser lucido y divertido, pero poco eficaz y, desde luego, escasamente beneficioso para los intereses generales de Córdoba. Esos once concejales y la experiencia de gobierno de algunos de ellos, bien administrada, le pueden servir a Nieto y a su equipo para imprimir rigor, seriedad y competencia, en una corporación que va a estar condicionada, además de por los pulsos internos, por la falta de rodaje de muchos de sus miembros, a quienes todavía les queda por aprender, en el ejercicio de la dura realidad, que una cosa es lo que se dice y otra muy distinta lo que se pueda hacer.

Va a ser el Ayuntamiento de Córdoba, como otros muchos, un banco de pruebas para la convivencia política, condicionada por parámetros hasta ahora desconocidos. Esto va a requerir nuevas actitudes, nuevos lenguajes e incluso nuevos compromisos con los ciudadanos, porque la baraja se ha ampliado y hay nuevos comodines para completar la escalera de color. Es evidente que entre los ciudadanos hay expectación, en unos casos teñida de esperanza y, en otros, de recelo, y también en algunos de esperanza recelosa o de recelo esperanzado, por ver lo que pasa. Pero todos, o casi todos, presienten que las cosas no van a ser como han sido hasta ahora. Consideran, unos más y otros menos, que con sus votos han pedido un cambio de cara y de papeles. Se supone que todo esto, que va mucho más allá de Córdoba, es el principio de algo. O no.

* Dtor. Colegio de España en París