El Primero de Mayo es la fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial. Es una jornada que se ha utilizado habitualmente para realizar diferentes reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras, una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los "mártires de Chicago", los anarquistas que fueron ejecutados en EEUU por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido, tres días más tarde, el 4 de mayo, en la revuelta de Haymarket. A partir de entonces, se convirtió en una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general, celebrada en mayor o menor medida en todo el mundo. En 1954, el Papa Pio XII declaró el 1 de mayo festividad de san José Obrero, en la plaza de san Pedro de Roma, añadiendo un mensaje católico a este día y abriendo un nuevo concepto de "obreros católicos", con reivindicaciones sociales y fe, siempre en oposición a los métodos e ideas de organizaciones comunistas y socialistas, principales organizadores de la celebración y hostiles, en general, a la religión. En opinión del Vaticano, antes de esta declaración, este día se basaba en el odio hacia la religión. Debido al clima de reivindicación por un lado y la división del mundo por otro durante la segunda mitad del siglo XX, las celebraciones del Dia Internacional de los Trabajadores derivaron, en algunas ocasiones, en numerosos enfrentamientos, disturbios y masacres, que provocaron o fueron motivo de cambios políticos con relevancia nacional e internacional en algunos casos. Ahora, todo es distinto. Nuevos fenómenos sociales, como el de las emigraciones, plantean en el mapa del mundo, nuevas luchas. Ahora, quizás, todo deba ser nuevo. La realidad no se cambia a gritos, sino a votos en las urnas. Luchas nuevas.

* Sacerdote y periodista