El pasado 5 de marzo se publicó un artículo en Opinión con el título Los mayores, un compromiso ético . Recientemente la delegada territorial de Igualdad, Salud y Políticas Sociales, en la presentación de un informe sobre la IV Plan Andaluz de Salud de la Junta de Andalucía destacaba la situación social y sanitaria de la provincia de Córdoba, en cuanto a su evolución demográfica, con una población cada vez más envejecida, eminentemente femenina, como uno de los principales problemas a los que se enfrenta la sanidad pública. Ponía de relieve estrategias que ayuden a mejorar la población envejecida, priorizando los problemas de salud. En relación con el tema queremos contribuir con un nuevo artículo de Opinión sobre la atención geriátrica, rama médica cuyo fin es la prevención y el diagnóstico de las enfermedades de la vejez, su curación, rehabilitación y reinserción del enfermo en su ambiente habitual.

La salud es lo primero por delante de cualquier otra consideración económica, afectiva o de otro tipo. Más de un tercio de la población mayor de 65 años requiere apoyos para alguna actividad básica de la vida diaria, ya que el envejecimiento determina cambios condicionados por la genética y por las secuelas de las enfermedades y estilos de vida previos. Un estado favorable de salud, unas condiciones de vida sanas, contribuyen a favorecer la vida independiente. Por el contrario, cuando las enfermedades son frecuentes y sobre todo crónicas, cuando hacen su presencia enfermedades degenerativas de difícil curación y tratamiento, cuando se acentúan las necesidades de atención socio--sanitaria, la dependencia de las personas mayores va aumentando progresivamente.

Las personas mayores son quienes consumen más recursos sanitarios: ingresos hospitalarios con estancias más prolongadas; visitas a ambulatorios y centros de salud; consumo de fármacos: más apoyo social en forma de cuidadores o de prestaciones de diverso tipo; apoyo domiciliario médico; centros de día; unidades de rehabilitación, etc. Por otro lado es el sector con un peor cumplimiento terapéutico, debido tanto a factores directamente relacionados con la propia persona mayor como consecuencia de limitaciones sensoriales, pérdidas de memoria, desinterés, etc., o por deficiencias en el sistema sanitario manifestadas por la escasa atención y desinterés de profesionales; discriminación de hecho; mal seguimiento y otras.

Se impone incluir la atención geriátrica como medida obligatoria y común en el catálogo de prestaciones asistenciales ofertadas, que supere la simple presencia testimonial. La puerta de entrada al sistema sanitario es la misma que para el resto de personas, sin que apenas se contemple ningún tipo de singularidad en función de la edad; y con frecuencia existen frenos en forma de topes de edad para el acceso a determinados servicios o protocolos de utilidad demostrada. Los servicios o unidades de geriatría son muy escasos, como también es escasa la figura del consultor en atención primaria o la presencia de especialistas en el mundo de las residencias de personas mayores. Por ello se pone de relieve la necesidad de fomentar el desarrollo de recursos asistenciales específicos, con unidades y servicios de geriatría hospitalaria, atención profesionalizada en centros de salud y residencias, unidades de cuidados paliativos, etc. Y por último la educación sanitaria para cuidadores y familiares; la implantación de medidas de carácter preventivo; la investigación sobre cuestiones relacionadas con el envejecimiento y sus enfermedades; o la propia enseñanza de la doctrina geriátrica dirigida a los estudiantes de las diferentes profesiones sanitarias.

* Doctor en Ciencias de la Educación