Tras una campaña decimonónica y reiterativa, hoy domingo acudiremos con nuestra papeleta para meterla en la urna de metacrilato mientras la vida corre por internet a millones de megas por minuto ¿A quién interesa persistir en esta antigualla cuando todo lo importante para nuestras vidas tramita al instante por internet? ¿Quiénes defienden este rito finisecular? ¿Por qué nos hacen creer que los mítines, la cola y los carteles, la caravana y los panfletos inciden en el voto cuando ya ni los debates electorales atraen la atención, como indican las ruinosas audiencias televisivas de esta campaña? ¿Por qué se ignora la abstención, casi la otra mitad, de la que ni se habla ni se analiza ni se contabiliza como una realidad inquietante? ¿Quién en su sano juicio va a creerse que colocarán a un millón de parados en Andalucía? Hoy volveremos a oír los elogios desmedidos a la "fiesta de la democracia" que para sus señorías significa acudir con el papelito y el sobre a los colegios electorales. Si de verdad se busca la participación, ¿por qué no escucha nadie la voz de los ciudadanos? ¿Por qué ese limbo al que van sus reclamaciones? ¿Por qué todo el mundo se encoge de hombros en la Administración cuando acudimos pidiendo respuestas? Y si el sentido de las elecciones es elegir a los mejores, ¿por qué esa resistencia a las listas abiertas mientras los que probaron el escaño siguen enrocados en las listas de partido con los listos y los tontos y aprovechados en el mismo lote? Seguimos embarrados en la crisis porque,como la definió Brecht, "lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer".

* Periodista