La costumbre del Papa Francisco de enterarse personalmente de lo que se cuece debe estar obligando a la curia a ponerse las pilas. El pontífice recibirá miles de cartas de los fieles de todo el mundo, que no podrá atender personalmente, pero de vez en cuando coge el teléfono y se pone en contacto con el remitente, como ha ocurrido con el joven de Granada que denunció abusos sexuales. Francisco al teléfono es una prueba de esa Iglesia cercana a las personas y un aviso a navegantes.