En lo que va de año, al menos 44 periodistas han muerto en el ejercicio de su profesión. James Foley es la última víctima, pero su brutal decapitación por el Estado Islámico (EI) hace que sea una muerte distinta. El reportero había desaparecido en Siria en noviembre del 2012. Era uno de las varias decenas de periodistas, extranjeros y locales, secuestrados por esta organización yihadista, que se ha convertido en la mayor amenaza a la estabilidad en la zona y a la integridad física de quienes no se avienen a sus dictados. Foley, que ya había permanecido secuestrado 44 días en Libia, era uno de esos periodistas dispuestos a jugarse la vida para explicar al mundo lo que pasa en situaciones bélicas, para informar muchas veces acerca de lo que los protagonistas pretenden esconder y para transmitir el sufrimiento de los más débiles. Sin el trabajo de estos grandes y experimentados profesionales, nuestro conocimiento de la realidad sería mucho más pobre. Nuestra deuda con ellos es enorme.

UNA SANGRIA QUE NO CESA

Organizaciones como Reporteros sin Fronteras han dado la voz de alerta sobre la facilidad con la que se ponen en riesgo la vida de los profesionales de la información en zona de conflicto, pero, sobre todo, en el volcán islámico. "Si se confirma la autenticidad del video de reivindicación del asesinato de James Foley, el Estado Islámico estaría llevando hasta el extremo su sangrienta industria de rehenes", expresó ayer Christophe Deloire, Secretario General de Reporteros sin Fronteras.

Esta organización recordó ayer que tres periodistas extranjeros se encuentran secuestrados en estos momentos en Siria y que nadie tiene noticias del paradero de otros cuatro. Además, una veintena de reporteros sirios están retenidos por grupos armados y una treintena lo son por las autoridades sirias a pesar de la amnistía anunciada en junio pasado por el régimen de Bachar al-Assad por las presiones internacionales. Y es que, desde el inicio del conflicto en aquel país, en marzo de 2011, 39 periodistas han sido asesinados en Siria mientras desarrollaban su actividad profesional, doce de ellos corresponsales extranjeros. Del mismo modo, 122 periodistas ciudadanos sirios han perdido la vida.

UN ASESINATO DIFERENTE

El asesinato de Foley es también distinto porque tendrá sin duda consecuencias políticas y estratégicas. EEUU ya está combatiendo al yihadismo de esta organización con bombardeos aéreos. Barack Obama aseguraba ayer con toda la razón que EI no tiene cabida en el siglo XXI y que su país seguirá haciendo lo que debe hacer. No faltarán voces pidiendo una mayor intervención militar, pero la alta emotividad del momento requiere mantener la cabeza fría para responder al desafío yihadista.