Asistimos, tan perplejos como acostumbrados, a otra encendida contienda en esta ciudad que, con sus pasos perdidos, parece siempre andar hacia su mundo de sueños rotos. El uso de un insalubre solar en los jardines decimonónicos de la Agricultura es el nuevo paradigma que alienta y distrae a las conciencias ciudadanas, cuando parece vislumbrarse más cercana la fase de licitación de las obras de ejecución de un asentamiento definitivo para la Biblioteca Pública del Estado-Biblioteca Provincial de Córdoba. Tras un lustro de permanencia entre nosotros de este inmundo lugar, comienza, ahora, la lucha mediática y encarnizada por la recuperación de una rosaleda que hace años se asumió por perdida, como otros tantos intereses de la ciudad. La situación de este solar, en el anillo pericentral de la ciudad, dotaría a ésta de una estampa funcionalista de la misma, presentando un espacio de servicios con una prestación social fundamental para cubrir una faceta importante de las necesidades básicas de los habitantes de la urbe y de su área metropolitana, como es el acceso a la red educativa, cultural y de ocio. El edificio proyectado cerraría por su parte norte una zona ajardinada que, con una extensión acorde con la estructura y función de un buen pulmón verde, se encuentra cerrada por su lado sur, al final del Paseo de la Victoria, por un edificio con controvertido y novedoso diseño y sobre el que nadie planteó, en su día, que su solar dejara su uso lucrativo para dar paso a unos metros más de jardín, como espacio indispensable para una visión más ecológica de la ciudad: ¿entonces el debate que tumbó la ejecución de dicho proyecto en su esplendor fue otro? El solar de la rosaleda se encuentra situado en una zona que potencia el área de influencia que la ciudad ejerce sobre su área metropolitana. Su emplazamiento junto a la estación de trenes y de autobuses favorece el acceso desde el área metropolitana de la misma, a la vez que la sitúa en una zona central de la ciudad y bien comunicada por los servicios públicos. Una posible ubicación en Miraflores ¿tan ligado a la zona pericentral urbana como a la rural de la campiña? vendría a ser, funcionalmente hablando, otro escollo a resolver por ser muy exiguas las posibilidades de accesibilidad a los servicios ciudadanos que se pretenden mejorar. Otra cosa sería emplazar la nueva biblioteca, con las consecuencias burocráticas que acabarían menoscabando la ejecución del proyecto, en un solar con características funcionales similares al de la Avenida de América. Con ello, Miraflores quedaría libre para otros usos más relacionados con los servicios destinados al turismo y en la que cualquier esteta pudiera disfrutar de proyectos tan dadivosos como el de Rem Koolhaas. Ojalá no huela nunca este embrollo a un consenso entre gobiernos y a disfraz para promesas incumplidas y que, en unos meses como se anuncia, se liciten estas obras, que tendrían un buen aderezo con la cuestionada ejecución del prometido Metrotrén.

Nadie reclamó nunca el edificio de la biblioteca Séneca, ni el uso que esta prestó, en este mismo espacio, desde 1922 hasta la década de 1960 a los miles de usuarios anuales que atendía con sus 2.000 volúmenes, cuando la rosaleda aún no existía; ni reclamó su edificio, origen de los ahora reclamados bancos cerámicos, que fue derruido. Tampoco se reclamó nunca, sobre la pérgola de los jardines del Duque de Rivas, la Biblioteca Popular que albergó, pero sí hemos contemplado impávidos, y reclamado concienzudamente, la existencia de una novísima rosaleda que sentaba en sus bancos de cerámica talaverana los frutos degradados de desalmados días y del hastío de la noche y que, seguramente, integrados en el nuevo proyecto, se verían rehabilitados e incardinados en un entorno cultural donde las citas de Séneca acogerían, nuevamente, el reposo de libros sobre manos enardecidas y miradas frescas a un jardín cultural.

* Licenciado en Antropología