Con mayor o menor intensidad, todos los países miembros de la Unión Europea han atravesdo fases de mayor o menor entusiasmo por el proyecto europeo. Europesimistas y europtimistas se han sucedido en el tiempo y en el espacio, animados o decepcionados en función la mayoría de las veces de la coyuntura económica o de los problemas o conquistas nacionales que unos u otros países han ido atravesando.

El progreso de la integración europea ha coincidido siempre con épocas de prosperidad económica y se ha estacionado --que no retrocedido-- en épocas de crisis. Desde los años 2007-2008 Europa sufre un periodo de estancamiento y, en algunos casos, de recesión económica que ha vuelto la mirada de los Estados miembros hacia sus problemas domésticos.

En el momento en que se encuentra la construcción europea, los pasos siguientes a dar son de gran calado como es la consolidación de la gobernanza económica europea, una vez conseguida la unión monetaria y la transferencia de soberanía que, desde los Estados, ha pasado a ser de la Unión Europea y sus instituciones; especialmente aquellos más directamente vinculados con la moneda única como son el Consejo --concretamente el Eurogrupo-- y el Banco Central Europeo.

Pues bien, la crisis económica que comienza en el bienio 2007-2008 ha puesto de relieve la necesidad de ultimar la gobernanza económica en la eurozona, ya que su debilidad fue lo que permitió que las finanzas públicas europeas --deuda soberana y déficit-- aumentaran de forma insostenible.

A mayor abundanmiento el euro es un símbolo rotundo de la unidad e identidad europeas frente al mundo y el resultado no solo de una decisión económica, sino también de la decisión política de ahondar en la integración europea.

En este contexto de recesión en unos casos y de crisis en otros y, en todos, de mutación económica, se celebran las elecciones al Parlamento europeo que, de acuerdo con el Tratado de Lisboa --último y vigente en la UE-- verá recrecidas sus competencias y su papel en el juego insterinstitucional comunitario. La participación paritaria del Parlamento europeo y del Consejo es la clave para el necesario empuje de la ciudadanía europea más alla de sus fronteras nacionales.

A pesar de la crisis económica que favorece los actuales descontentos, el auge de aprovechados adversarios populistas y de separatismos identitarios que juran fidelidad a la Unión Europea mientras pretenden desunir los Estados que la componen... estas elecciones europeas del próximo 25 de mayo deben servir para que los españoles salgamos más unidos y no más fragmentados. Al fin y al cabo, parafraseando al gran Ortega y Gasset, Europa no es el problema sino la solución para nuestro país.

* Catedrático Jean Monnet de Economía de la Unión Europea (Ad personam)