Me cuenta un amigo que la introducción de las nuevas tecnologías en su vida de padre le ha provocado un malestar que no tenía cuando no existían ni los móviles ni los programas de mensajería ni la posibilidad de saber, en todo momento, si los niños estaban en línea, conectados o a disposición de la autoridad paterna. "La otra noche, por ejemplo", me comenta, "cené con mis hijas, y después, como ellas iban en moto, les pedí que, al llegar al piso donde dormían, me mandasen un whats ". El mensaje, por lo visto, no llegó (por olvido, porque pensaron que no era necesario, por lo que fuera) y mi amigo sufrió de tal manera que dedicó toda la madrugada a imaginar los escenarios más trágicos, con llamada incluida al servicio de urgencias. Al día siguiente, sus hijas no se rieron de él porque saben cómo es su padre, pero sí consideraron el sufrimiento del todo desproporcionado.

He explicado a mi amigo que acaba de salir una nueva aplicación para móvil que se llama Kitestring y que funciona como un temporizador o una alarma y calcula el tiempo del trayecto para avisar a quien corresponda en el caso de que, en el momento en que tocaría llegar sano y salvo, el usuario no desactive el programa.

También sirve para avisar a padres que sufren porque los hijos no han anunciado que ya estaban en la cama cuando tocaba que estuvieran en la cama. "Sí, sí", dice mi amigo, "la idea es magnífica; ahora solo falta que se acuerden de usarla".

* Periodista