Las activistas de Femen han irrumpido, al fin, en las tribunas de nuestro Congreso de los Diputados a lo grande arropadas con los oropeles de su juventud al desnudo, la adarga de sus voces justicieras y un eslogan sobre sus pechos que recuerda a los principios mismos de la libertad. Se han manifestado de la manera exacta que pedían sus creadoras ucranias: como bombas de juventud y belleza que desconciertan al macho que las acosa, oprime y maltrata. No hay nada más que ver esas manos temblorosas del ordenanza, o el policía camuflado, obligadas por el mando a reducirlas, a sacarlas de los "recintos sagrados" que ellas violan rasgando el velo de tanto pudor ñoño y fariseo con el que nos disfrazamos. Es de imaginar el comentario con asquito de las diputadas conservadoras y el azoramiento risueño de la señoría de la izquierda. Nada que comentar sobre el bramido alborozado y vulgar de esos hombres apiñados en el bar --a la espera del fútbol-- al ver saltar por la pantalla esos pechos jóvenes --"listos para dar placer y amamantar"-- que ahora se proyectan como jabalinas de indignación contra esos machos que las tienen poco más o menos como a ganado.

Hacia mucho tiempo que la voluntad rebelde, reivindicativa y soñadora de la mujer no se mostraba con un mensaje tan contundente. A todos nos turba al tiempo que nos enfoca la mirada, por ejemplo, hacia esa realidad sórdida de la trata de blancas y la prostitución que inunda los burdeles de Occidente con bellísima muchachas eslavas. Sólo el nuevo Zar ruso, Putin, las ha metido en la cárcel. En los demás países dónde han protagonizados sus saltos de denuncia nadie se ha atrevido a tanto. La mayoría no les da gran importancia, "la moda pasajera de unas chicas rebeldes", comentan. Otros escriben y se explayan desviando el sentido de su protesta al exagerar la belleza de sus cuerpos y la hermosura rosada que corona sus cabellos. Pero no deben de estar atinados del todo. Cuando una mujer convierte su cuerpo en una hoguera desnuda no es porque le llame una moda, sino porque esta realmente furiosa.

Acaso necesitemos más modalidades de este tipo de protestas, tan espléndidamente radicales y expresionistas, que nos ayuden a escapar de la modorra a la que nos conduce asistir impasibles al hundimiento de España. Porque sucede que ministros como Montoro continúan en el pedestal a pesar de sus diarias tropelías sin que nadie parezca alarmarse. Bueno, no siempre se da así, pues los cómicos han estado oportunos al recordarle que su cargo es tan efímero como eterna es la imaginación de los creadores. Pues eso, que proliferen movimientos tipo Femen y remuevan nuestros aturdidos cerebros.

* Periodista