Seis toros bravos, en alocada carrera, bajan la calle Estafeta; muchos mozos y otros, con más años, corren, vuelan delante de los morlacos, algunos lo hacen, muy finamente, de forma elegante, sin pestañear, como si dicha carrera tan arriesgada la tuvieran perfectamente estudiada, cronometrada, calculados los pasos, los quiebros, los movimientos, los milimétricos regates, sin aspavientos.

Otros, no obstante, fugitivos parecen, sus caras desencajadas, el miedo en el rostro, abriéndose paso, entre trompicones, otros, entre empujones, en un "sálvese quien pueda", milagrosamente, llegan indemnes, al centro del coso taurino, final de la estación y último trayecto de tan peligroso encierro.

Sin embargo, la gran mayoría, atónitos espectadores, deseosos, impacientes, de mirar y observar, desde balcones, ventanas y aceras, sin perder detalle, de un espectáculo tan fugaz y vibrante, a la vez, donde hombres y animales se entremezclan, se entrelazan, se miran, se temen, se odian, quizá, hasta se quieren, en un amor y cariño, ciertamente anómalo, un poco extraño, todos, en manada, todos en tropel, extrañados unos y otros, quizás, hasta interpretarse podría la mirada asombrada e incrédula de las pobres bestias que corriendo detrás de los humanos, parecieran como decirles:

¿Por qué huís y corréis delante nuestra? ¿Adonde váis? ¿De donde venís? ¿Quién os trajo aquí y por qué nos buscáis?

Y ellas, las bestias, también, parecen decir y gritar: ¿A dónde nos llevan? ¿ Por qué galopamos en esta loca carrera? ¿A quién perseguimos? ¿Quiénes son esos seres extraños que huyen despavoridos y que corren delante nuestra y que solo tienen 2 patas (perdón quería decir, 2 piernas)?

Son preguntas sin respuesta, hay respuestas sin preguntas.

Dudas, incertidumbres, zozobras, suspiros, ilusiones por alcanzar la meta, caídas, zancadillas, heridas, dolores, alegrías, a veces, hasta la muerte, todo mezclado, esa es la vida, un San Fermín, que todos los años vuelve, con sus intrigas, sus sorpresas, sus constantes desafíos.

Quizá, una diferencia notable, de cada San Fermín hasta el siguiente porque esos pobres y asustados animales que este año corren, el próximo, seguro que no volverán, y en el mismo ruedo o coso taurino que aliviados alcanzaban, a modo de inesperado salvavidas, tras varios minutos de agitado galope, en la misma jornada, allí terminarán sus días.

Y muchos de los mozos y no tan mozos que este año corrían, a buen seguro que también correrán el próximo año salvo aquéllos que en este tren de pasajeros que es la vida, en alguna de sus estaciones, bajarán, forzosamente.

Quién sabe si en el mas allá, en el cielo eterno, que nos aguarda, a aquellos mozos que a correr no volverán, otro especial San Fermín les espere, donde la calle Estafeta sea un sendero de luces y estrellas, cambiándose las tornas y quienes corran detrás de las bestias sean ellos, "las personas", y les dirán, a esos bravos toros, no temáis, solo queremos volar y soñar con vosotros que sois "las bestias".

* Secretario del Ayuntamientode Córdoba