Como es bien notorio la actual coyuntura política está llena de dificultades, tal y como aproximadamente se esperaba que fuese, además de ser harto compleja, agravada a mayor abundamiento por las últimas decisiones, tomadas desde los desacertados y desconcertantes órganos del gobierno, que repercuten sobremanera sobre las capas medias de la población, que irritadas, medrosas y preocupadas observan como algunos y no pocos privilegiados arrasan con total impunidad con los muebles y los dineros del abuelo, con sus ahorros y con sus patrimonios.

Camuflar a priori tales problemas tan sólo fue una estrategia electoral de muy corto alcance, pues no se ignoraba, a excepción de algún ingenuo o espurio, que los inquilinos que se fueron habían dejado la casa arruinada, manga por hombro, con el resto de ella prácticamente en almoneda y con la vecindad aún dispendiosa y aviesa. Un desastre sin paliativos que la crisis económica magnificó extraordinariamente. Para colmo de males, pues a perro flaco todo son pulgas, los partidos políticos mayoritarios, cuya responsabilidad en la vertebración institucional de la nación es decisiva, por distintas razones o semejantes circunstancias, en decadencia y en un desorden interno que les cuesta disimular y mucho más domeñar, mientras desde la periferia las minoritarias colectividades chovinistas cubiertas con el pellejo que toman del nacionalismo incordian y atosigan con sus reclamaciones en pos alguna de ellas de una abracadabrante independencia cantonal mirando atrás con ira.

* Licenciado en Derecho