No hay nada como hurgar en las hemerotecas para tomar perspectiva del tiempo pretérito respecto al presente; para comparar el dicho con el hecho y para establecer un cierto porcentaje de madurez democrática y seriedad del sistema, a través de los cumplimientos y no de los engaños. Las hemerotecas, en suma, son testigos, insomnes e insobornables, de la historia viva sustentada en verdaderos testimonios narrativos.

Si existe algún hecho político donde las hemerotecas juegan un papel absolutamente esclarecedor, es en el modelo educativo que, después de treinta y cuatro años, sigue sin estar claro. En esos observadores de papel, acompañados por la alta fidelidad de las ondas hertzianas enlatadas, están dibujados, indeleblemente, los múltiples proyectos inacabados y las diferentes legislaciones, irreales y utópicas, que, tras el tiempo transcurrido, han permitido que el sistema educativo sea el más fracasado de Europa y uno de los peores valorados en el concierto mundial de las naciones desarrolladas.

En el desaparecido semanario Opinión, núm. 101, agosto 1978, págs. 50 a 53, se puede, o se pudo, leer en su día lo siguiente: "Con la apertura del curso escolar 1978-79 nos espera un año conflictivo. La situación en que actualmente se encuentra la enseñanza es consecuencia de la inconformidad familiar de los padres y de una marcada politización de la enseñanza (-) el tema requiere atención, estudio y nuevos replanteamientos que conduzcan a una solución estructural en todos los aspectos." Esto se decía --y se escribía-- entonces, pero puede asumirse su vigencia sin modificar ni una sola coma; es decir, no se ha avanzado absolutamente nada.

¿Puede decirse que los sistemas educativos no se han tomado, por los diferentes gobiernos de ambos signos ideológicos, como un proceso y una estructura única? ¿Se han desechado continuamente los conceptos educativos y culturales como verdaderas arquitecturas motivacionales del conocimiento, transmitidas de generación en generación? ¿Se ha contemplado que las diferentes leyes, demasiadas, dejaban sin efecto el "dogma" educacional, según el cual la educación y, por ende, la cultura, son guías internalizadas en el estudiante hasta ser partes inseparables de su conciencia social?

Si están consideradas la familia y la escuela como los agentes específicos de la educación, que tienen como prioridad y acción principal que las nuevas generaciones estén preparadas para la vida adulta en sociedad, no es entendible que, desde hace treinta y cuatro años, ambas instituciones sociales sean antagónicas y divergentes en sus objetivos, respecto de los hijos y, por tanto, del alumnado. El hijo y el alumno, siendo la misma persona, no deben --ni podrían-- percibir que las identificaciones de los procesos educativos y culturales son incompatibles cuando es la escuela quien los "impone" y la familia quien "debe aceptarlos". Ambas -escuela y familia- deben ser unívocas, claras y precisas tanto en sus contenidos como en sus exigencias de cumplimiento ineludible. Por eso (y es preferible que se entienda bien, en este caso, que no hay palabra mal dicha sino mal interpretada), tanto la escuela como la familia no pueden ser instituciones "excesivamente democratizadas", puesto que la democracia nunca es genética, ni se nace con ella aprendida, sino que es en el germen de la convivencia donde brota el fruto democrático, desde los principios, inexcusables, de la autoridad y el respeto.

Puede ser que esa carencia de subordinación por parte del alumnado les lleve, en algunas fases del proceso educativo, a no reconocer la auctoritas de un profesorado, a veces indeciso y desconcertado, y, por tanto, se incremente la sensación de fracaso que no es otra cosa sino la insuficiente identificación de la familia con la escuela y sus criterios educativos, que nunca deben ser tan cambiantes según el aire ideológico que sople en cada momento y circunstancia.

Y puede estar claro: se necesita un urgentísimo pacto de estado para dotar a España de un sistema educativo y cultural, de largo alcance y recorrido, que resista tempestades ideológicas y no sea jamás moneda de cambio identitaria en cada uno de los reinos de Taifas en los que se han convertido cada Comunidad Autónoma. Es un reto importantísimo y necesario para el futuro, al que todos tienen derecho.

* Gerente de empresa