Las voces que critican el seguidismo español con la fiesta norteamericana de Halloween han perdido la batalla, a tenor de los disfraces que se ven por las calles, de las múltiples fiestas organizadas y hasta de los niños que visitan las casas de amigos o vecinos pidiendo caramelos, como en las películas que tantas veces hemos visto. Seremos más o menos ridículos, absurdos y catetos, pero después de la hamburguesa y de Papá Noel, España ha importado la noche de las brujas de EEUU.