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Lagrimas de rico

Los ricos también lloran, aunque en España pareciera que los ricos son los únicos que lloran, y lo digo por Cataluña, sí, y por el País Vasco también. Vivo en una de las dos o tres comarcas más empobrecidas de la UE, donde las carreteras no han sido tales hasta mediados los noventa o más. El paro, la recesión económica, el abandono, han sido aquí la situación habitual casi desde siempre, e, igual que aquí, en buena parte de Andalucía. Pero Andalucía nunca ha pedido la independencia que yo recuerde, y no me voy a levantar a mirar si sí o si no en las proclamas iluminadas de Blas Infante, al que la mayoría denominan padre de la patria andaluza --habiéndolo combatido antes-- por puro oportunismo. Muchos, creo, ya estamos hartos de este país de posibilistas, de aprovechados y oportunistas que se apuntan a lo que sea con tal de no ir contra la corriente correcta de moda, como ahora Rubalcaba propugnando el federalismo. Y asistimos impasibles, tragándonos la ira, al espectáculo del falseamiento de la Historia, a la imposición de las mentiras de los agravios históricos, al reino de los sentimientos cebados interesadamente durante décadas por nacionalistas de nuevo cuño a los que les han ido alimentando desde la Transición con la pitanza del complejo de culpa su autocomplejo de superioridad y racismo. Las regiones a las que dimos futuro e infraestructuras dignas de Europa cuando no sabíamos qué era Europa, los favorecidos siempre y en todo, nos amenazan. Pero ya no importa nada, no queda nadie que defienda la razón o el sentido común.

* Profesor

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