Ha sido un ministro del actual Gobierno quien definió los presupuestos del Estado como "presupuestos para una economía en guerra". Se referiría a la desconfianza de los mercados financieros en nuestra economía y en las cuentas públicas. Una falta de credibilidad que creo que se ha acrecentado con estos presupuestos. A las pruebas me remito. Tras su presentación, ha subido la prima de riesgo a niveles de rescate y ha bajado la bolsa arrastrada por la incertidumbre. Han sido calificados en ámbitos internacionales como opacos, extraños y desconcertantes. Es evidente que no son lo que los mercados esperaban o querían. Hay dudas y desconfianza en que con estas cuentas públicas cumplamos con los objetivos de déficit, podamos crecer y crear empleo.En ese sentido, el Gobierno ha dibujado un horizonte macroeconómico de recesión y destrucción de empleo, y se conforman con que sean útiles para cumplir con el compromiso de déficit.

Los presupuestos incluyen una amnistía fiscal para defraudadores, que podrán regularizar su dinero con un gravamen, bastante más bajo del que debían de haber pagado, eximiéndoles de la aplicación de sanciones, recargos o intereses de demora. Los presupuestos incorporan la subida del IRPF para la clase media trabajadora, que son quienes pagan casi la totalidad de la recaudación de este impuesto.

También recogen la subida del impuesto especial sobre el tabaco y ajustes en el Impuesto de Sociedades, con relación a las bonificaciones que las empresas se aplicaban. Creo que estas medidas son inadecuadas e injustas, porque hacen que paguen la crisis los mismos de siempre. Y además, no van a recuperar la recaudación y sí van a contraer el consumo y la inversión.

La política presupuestaria de gastos ha sido reducir la inversión pública hasta mínimos históricos, recortar los gastos sociales en dependencia, educación y sanidad, y no poner en marcha ninguna medida de estímulo al crecimiento económico y a la creación de empleo. Tampoco la distribución en la política de gastos es la adecuada para propiciar un revulsivo económico que nos haga salir de una dinámica depresiva e insostenible.

Para nuestra provincia los presupuestos no pueden ser peores. Córdoba ve reducida a la mitad el montante de las inversiones productivas. Nuestra inversión por habitante es de cien euros, mientras que la inversión media en Andalucía es de doscientos veinte euros por habitante, y la media nacional es de doscientos setenta euros por habitante. Pero lo que más me preocupa de estos Presupuestos para Córdoba, es que abandonan el esfuerzo que se venía haciendo en infraestructuras culturales. No se contemplan recursos para la Biblioteca Provincial, Museo de Bellas Artes, Archivo, Museo Arqueológico, restauración de la Mezquita y Centro de Congresos. También se dejan de impulsar infraestructuras viarias como la Variante Oeste, duplicación Badajoz-Granada, o autovía Córdoba-Toledo, entre otras.

Estos Presupuestos no crearán empleo en Córdoba, muy al contrario van a destruirlo. Tampoco servirán para impulsar un nuevo modelo productivo, unido a la cultura y el turismo, por el que hemos apostado y tenemos grandes esperanzas de prosperidad. Y sí van a deteriorar la calidad de los servicios públicos que identifican a nuestra sociedad del bienestar y que son los que nos reportan seguridad, igualdad y calidad de vida.

* Portavoz adjunto socialista de Presupuestos