El sábado pasado a estas horas los líderes andaluces hacían declaraciones --qué buen oficio ese-- sobre cómo iban a pasar el resto de la jornada antes del día 25, que se preveía con otro resultado. Una semana después, los mismos políticos están diseñando su futuro inmediato que no depende solo de ellos. Pero es que los ciudadanos tratamos de asimilar esta aceleración de acontecimientos de la última semana de marzo, que empezó con el jogo bonito del Córdoba CF en Riazor donde acorraló al Súper Depor, aunque el resultado fuera desfavorable. Algo así como le ocurrió en su día a Van Gogh, cuya pintura era puro arte pero que no se comía una rosca. Los artistas somos así, habrá pensado Javier Arenas, que el domingo fue campeón sin trofeo. La noche del 25 de marzo es para enmarcar, sobre todo porque a los periodistas de algunas televisiones de Madrid la realidad les estropeó su titular y mostraron, en directo, una contrariedad que no constaba en el guión. Luego vino la huelga y ayer, en Viernes de Dolores, las cuentas recortadas del Gobierno y el altar de Semana Santa en el Ayuntamiento. Es que no nos da tiempo para asimilar tanto acontecimiento. Quizá por eso lo mejor sea hacerse capillita de circunstancias y dejar pasar --laissez faire, laissez passer -- los acontecimientos hasta que Cristo resucite. Pero no digan que no es sabroso hablar de "guerras de religión" con un altar católico en un ayuntamiento aconfesional, adobado con la carriola de Rosa Aguilar --que remite a la Virgen del Rocío--, con las Cruces de Mayo --pasión primaveral laica-- y con el Belén municipal de cada Navidad. Eso nos pasa por no deslindar las churras de las merinas, mezclar el culo con las témporas o querer estar en misa y repicando. Y es que nuestro pensamiento viene de donde viene.