Sin lugar a dudas, crisis, credibilidad y confianza son de las tres palabras más usadas en estos últimos años. Y la mayoría de las veces las dos últimas, credibilidad y confianza se citan como remedios imprescindibles de la primera, crisis.

Ocurre que el uso excesivo de ciertos conceptos hace que pierdan parte de su verdadero significado. De tanto usarlos se distorsionan.

Credibilidad se entiende cuando uno es creíble, es decir y simplificando, hace lo que dice. O en otros términos, es coherente. Pero la credibilidad por sí sola no necesariamente es buena. Un criminal en serie ¿es creíble? Yo no le daría muchas oportunidades para comprobarlo. Efectivamente hay probabilidades muy altas para que sea creíble. Una prueba de que son creíbles son la eficacia de los archivos policiales. Herramienta básica en el trabajo de la policía que se sustenta en que la mayoría de los delincuentes son coherentes entre lo que piensan, aunque la mayoría de las veces no lo digan en público, y lo que hacen.

Pero si estamos de acuerdo con el significado anterior de la credibilidad, ya podemos saber que para generar confianza hace falta algo más que credibilidad. Simplemente haciendo lo que se dice y cumpliendo nuestra palabra no se genera automáticamente la confianza. ¿Qué hace falta más? Que lo que se proponga y haga lo veamos como algo bueno, adecuado y acertado para nuestras necesidades. Solo en este caso el tándem credibilidad-confianza adquiere una gran fuerza motivadora. Si nos creemos y fiamos de lo que nos dice alguien tenderemos a hacer lo que nos propone con mucha más convicción. Y también lo contrario.

Una de las características de estos tiempos de turbulencias es la incertidumbre. Muchas de las cosas ya no son como eran, como las conocimos y esto nos genera intranquilidad y nerviosismo. Necesitamos más que nunca claridad de ideas, propuestas que nos guíen y nos limiten nuestra sensación de incertidumbre. Algunos lo llaman liderazgo.

Y es en este contexto cuando el tándem credibilidad-confianza puede y debe ser el soporte de las soluciones. Así, si lo que se propone se hace y tiene éxito, este proceso genera confianza. Porque se transmite que se sabe lo que hay que hacer, se hace como se ha planteado y cuando se ejecuta funciona. Y esta es otra de las condiciones imprescindibles para que este proceso sea virtuoso, que lo que se proponga sirva para resolver los problemas. En otras palabras, que sea competente. No basta, por tanto, con ser creíble también es necesario tener un historial de éxitos más o menos amplio. Pero ahora bien este proceso no necesariamente siempre tiene que acabar en éxito. Ya se sabe que decidir bien no es acertar. Se puede decidir bien y errar, porque no siempre se tiene el control total de todas las variables que influyen en la decisión. Pero este proceso sí tiene que garantizar que una mayoría de las decisiones sean acertadas. Y si no la decisión que mejor debería tomar es dedicarse a otra cosa porque le faltaría una de la condiciones para generar confianza que hemos indicado más arriba, ser competente. Yo puedo ser muy creíble (siempre hago lo que digo) pero si las decisiones que tomo son siempre equivocadas y no sirven para solucionar los problemas, no generaré confianza. Con seguridad generaré desconfianza.

Cuando no se acierta y para no deteriorar la confianza hace falta que nos lo expliquen muy bien, rápidamente y nos propongan otro plan. En definitiva, hace falta sabiduría para acertar pero también sabiduría para rectificar. Para esto último es imprescindible la humildad, cualidad no muy abundante en nuestros tiempos y menos aún en los políticos. Creo que ellos, o sus asesores de imagen, ven que asumir cualquier error les resta confianza. Yo no creo que sea así pero soy consciente de que aquí entran otras consideraciones mediáticas que también pesan mucho en la imagen que se proyecta.

Y a las puertas de las próximas elecciones considero que los políticos deberían tener claro que los votos que reciban no significa que ya tienen la confianza de la gente de forma directa. Como mucho han ganado un voto de confianza y nunca mejor dicho. Es la oportunidad que se les da para que sean capaces de generar confianza. Ese voto debe suponer que sean creíbles y cumplen lo que prometieron y también que esas cosas que van hacer sirvan para resolver los muchos problemas que tenemos. La verdadera confianza se la ganaran cuando veamos que son competentes.

*Gerente de Diario CORDOBA