Aparte del trajín, sin duda querido, cotidiano, he tenido la oportunidad de pasar estos últimos fines de semana junto a jóvenes de toda nuestra geografía andaluza. Por un lado, estuve en Sevilla en un torneo de debate organizado, por segundo año consecutivo, por un magnífico grupo de estudiantes de la Universidad Pablo de Olavide para alumnas y alumnos de segundo curso de bachillerato. Han participado un total de veinticuatro centros educativos con representación de las ocho provincias de nuestra Comunidad autonómica.

Allí el centro de todo fue, como ya habrán imaginado, la palabra. Por otro lado, estuve en el Puerto de Santa María celebrando el torneo de voleibol "Javier Buendía" que reúne a las selecciones provinciales andaluzas masculina y femenina de categoría cadete. Allí el centro fue el deporte, naturalmente. Entre uno y otro acontecimiento la cifra de jóvenes rondaba el medio millar.

Son muchas las vivencias que uno se lleva consigo para siempre cuando tiene la oportunidad magnífica de acudir a estos eventos, pero quisiera destacar un aspecto común de las dos reuniones y que considero fundamental para el crecimiento de nuestros jóvenes: la obligación de convivir durante varios días, compartir habitación, baño, comidas, partidos, debates, en fin, algo que los saca por unos días del excesivo solipsismo o colectivismo aburguesado en que se encuentran sumidos.

Cuando ellos se encuentran con este tipo de experiencias no dejan de agradecerlo y lo hacen con sinceridad. Caen en la cuenta de que tanto el deporte como el ejercicio de la palabra y lo que uno y otro poseen de necesidad de compartir, de convivir, de experimentar en comunión, se tornan como esenciales en el futuro que les espera, en aras de seguir escalando peldaños de esta escalera de utopías que denominamos sociedad democrática.

Creo firmemente en los jóvenes andaluces, creo en su forma de pensar, creo en su manera tan peculiar de sentir, creo que a veces los juzgamos con demasiada dureza, como si nosotros nunca hubiéramos padecido la ceguera y la inconsciencia que produce de suyo la juventud. Creo que por y para ellos merece la pena que les sigamos construyendo el porvenir.

*Profesor de Filosofía