Parece como si aquel cálido 10 de agosto del 2000 hubiese sido ayer; sin embargo, dos aciagos lustros ya se cumplen para quienes presentíamos la llegada del poder igualitario de la negra sombra, con el fin de acompañarle hasta el jardín eterno de sus sueños, donde descansa bajo el manto de sus árboles más queridos, los de nuestros recintos históricos o paisajísticos y junto a sus correligionarios o familiares más cercanos que le precedieron, como su admirado don Julián Besteiro o el propio Olof Palme, siempre referentes éticos para su persona.

No son pocas las ideas que se me agolpan cuando las hilvano para rememorarle, sobre todo, cuando las nuevas generaciones apenas si le recuerdan, si bien para otros muchos en nuestra memoria colectiva sigue con vida y, por cierto, muy presente que le tenemos aún, no solo al mantener sus mismos ideales, sino por la distancia que hubiese podido marcar con los políticos que nos circundan, los cuales dejan mucho que desear y a años luz están de sus propias ideas, compromiso y talante democrático. Pero no, mi añorado amigo Joaquín, hoy no quiero caer en el discurso de señalar quién fuiste en este injusto mundo, ya que es común recordar que desde que, en 1843, el duque de Rivas fuera senador por Córdoba no hubo por nuestro solar patricio otro tribuno del pueblo tan universal como tú, al menos en cuanto a compromiso con la ciudadanía se refiere, sin doblez ni atajo para con tu lucha por ella, como se puso de relieve en tu ejercicio de la abogacía o mientras te comprometías como socialista a tu paso por la Cámara Alta, en las Cortes Constituyentes y durante las cinco primeras legislaturas democráticas, donde llegaste a ser un clásico del moderno Senado y, cómo no, de su Mesa, compartida con don Antonio Fontán y los socialistas Ramón Rubial y José Federico de Carvajal, entre otros políticos más del centro y la derecha. Allí, la pelea siempre por los Derechos Humanos y la Justicia jamás cesaría, como tampoco lo habías dejado de hacer con anterioridad, al igual que tu defensa del Patrimonio Histórico y de cuanto estuviese relacionado con el mundo de la cultura.

No cabe duda de que seis legislaturas dieron mucho de sí, lo mismo que el bagaje antes de tu llegada, en 1977, a la capital del reino de España, donde como después dijera quien fuera tu presidente, Juan José Laborda, no dejabas de ser "un punto luminoso, auténtico e imprescindible, en el que se cruzaron las luces que iluminaron la marcha de un pueblo hacia su destino democrático". Hoy con la que está cayendo por la crisis económica y social que aún padecemos en un momento tan crucial para España, estoy seguro de que andarías preocupado y a buen seguro que sufriendo más de lo acostumbrado, sobre todo, al ver cómo se arremete contra quienes más sufren, con el más que previsible "despido preventivo" o el más barato y fácil para la clase trabajadora, como resultado del proyecto impuesto tras el fracaso del dilatado y estéril proceso negociador mantenido por los agentes sociales que dejaron al Gobierno solo en el Congreso ante la responsabilidad de una reforma laboral más profunda de lo que en principio se había anunciado, lo que supuso la ruptura del diálogo social al abrirse una incógnita en cuanto a los frutos que pudieran rendir para la reactivación económica del país y la reanimación del mercado de trabajo, que como apreciamos durante estos meses de verano sigue siendo de muy baja calidad y con un continuado desangre por la pérdida de miles de empleos, a la par que los trabajadores pasan a las ya más que dramáticas listas del paro. Tú, que precisamente tanto luchaste por lo contrario, por la no crisis del sistema y, sobre todo, por la no quiebra de la ideología, de vivir habrías visto a algunos compañeros de viaje con la brújula muy perdida, por ser ellos mismos quienes introdujeron cuantos cambios venían reclamando los expertos del FMI, del Banco de España, de la UE y de la patronal, por no citar a otras instancias en las que estamos enmarcados y que constituyen un paso hacia el debilitamiento de los sindicatos y demás movimientos progresistas como últimas barreras para evitar el desmantelamiento de la sociedad del bienestar. Y todo ello, por no hablar de otras medidas adoptadas por un Gobierno que se dice socialista, para recibir el apoyo condicionado de la UE y del FMI, que no son más que una consecuencia ineludible del marco institucional en el que estamos encuadrados y que no permite excesivas opciones. En fin, amigo Joaquín, de buena te libraste, por no citar cuanto se produce en Cataluña, donde no se debería olvidar que algunos socialistas tenemos un arquetipo más viable y solidario incluso que el existente hoy en día: el modelo federal de Estado. Sirvan pues mis palabras de hoy para honrar a una de las mentes más lúcidas de Andalucía: el senador Martínez Björkman, con cuyo recuerdo vuelve a vivir en nuestra tierra.

* Catedrático