Anda el Gobierno --o quizá solo su presidente y la Leire-- empeñado en borrar de los centros educativos la metafísica del ser humano que está inscrita en sus tradicionales genes. No creo que sea una idea muy práctica ni mucho menos coherente porque si algo tiene la religión de bonita --aparte del niño Jesús, claro-- es ese carácter fantástico de cuento de hadas que endulza la infancia. Si ahondara en el concepto de tolerancia, como pasó en algunos años de Al-Andalus, en vez de descolgar los crucifijos fomentaría, ante la nueva realidad multicultural de alumnado, la convivencia de símbolos religiosos en los colegios de primaria como primer ejemplo real de su alianza de civilizaciones. Pero no, bajo el pretexto de que hay que respetar a budistas, cristianos, mahometanos y menganos, pretende erradicar cualquier atisbo de creencia religiosa. Ese no es el camino de la tolerancia sino de la intolerancia. Al fin y al cabo, para un ateo, la imagen de un Cristo no es una falta de respeto ya que si es un auténtico sobrado universal dicho símbolo se la trae al fresco. En todo caso es una empresa infantil el aspirar a erradicar de la educación a nuestros antiguos dioses porque a la fe, si se la echa por la puerta, entrará por las ventanas y si no, por los agujerillos del sistema de refrigeración. Es curioso que Zapatero pretenda erradicar la fe y en cambio no para de echar mano de ella en sus discursos cuando nos encomienda a su optimismo para salir de la crisis. No me digan ustedes que este hombre no tiene más fe que el Alcoyano. Feliz Navidad.

* Abogado