Bodas de oro sacerdotales. Cincuenta años de ministerio pastoral. Fiesta grande. Altas de lujo. Testigo, Damián de Castro. Espléndido barroco en la candelería de plata, la de las grandes ocasiones. No es para menos. Misa concelebrada con ornamentos de rojo --San Pedro y San Pablo-- como en la Primera Misa. Y en el mismo cáliz de plata, regalo del Ayuntamiento de Santaella. Iglesia llena. Santaella, Córdoba, Montalbán, Espejo, Montilla, Fernán Núñez, Montemayor. Amigos de toda la vida y el Centro Filarmónico realzando la liturgia. Ayuntamiento y hermandades. Todo eso, al fin y al cabo, lo normal de estas grandes ocasiones. Pero hubo algo muy especial. Una colecta. Antes se había dicho: regalos no. Uno tiene la casa llena de cachibaches. De recuerdos entrañables. Se dijo: "En la misa se hará una colecta especial". Estamos en crisis. Media España veranea en la playa, en la montaña, en los cruceros de lujo. Pero hay otra España. La de los marginados. Marginados sin techo y sin hogar. Los parados que no cobran nada. Los que están con el agua al cuello sin poder pagar la hipoteca. Los mendigos de pies sangrantes que sudan al borde del asfalto. La España de la mendicidad y la exclusión acentuada ahora en cantidad. No juzgamos. Constatamos y punto. Cáritas sabe mucho de eso. Las parroquias, los ayuntamientos. La oenegé Cáritas se lleva la palma. Pensamos: ¿por qué no una colecta para la casa "Fundación Fray Albino", la que hizo el obispo Javier Martínez con ayuda de toda la diócesis. Y se hizo la colecta. Doscientas veinticinco mil pesetas, de las antiguas. Mil doscientos treinta euros. No es mucho. Pero es un signo y un gesto cristiano de solidaridad. ¡Bonita forma de celebrar tan singular aniversario!

Al día siguiente llamo a Córdoba para comunicar la transferencia. Y pregunto a la monja mercedaria que cuántos marginados esperan para comer. Me responde: cincuenta. Y añade. "Estamos a tope. Con el agua al cuello". "Agradezco el donativo con toda el alma en nombre de los pobres". Dos días después, por curiosidad, llamo al comedor de los Trinitarios para saber cuántos esperan que acudan hoy, martes, para comer. Una voz me deja frío. Ochenta, me responde. Todos los días ochenta y noventa. Y no ya mendigos de carreteras. Familias sin trabajo, rumanos, marroquíes, vecinos de Córdoba, también mendigos.

Cuento todo esto no para ponerme moños, ni presumir de nada. Lo digo solo y exclusivamente para romper una lanza en pro de esos centros que tanto bien están haciendo. Fundación Fray Albino, residencia San Pablo en el Sector Sur, comedor trinitario, del ayuntamiento, etc. Sin techo, sin trabajo, sin paz. Es la cara triste de una sociedad radicalmente injusta. Porque esta Tierra nuestra tiene recursos para erradicar el hambre y la marginación. Y no es solo Córdoba. Córdoba es una más, solo una donde el espejo de la miseria está a la vista. Y pienso en Lucena donde cada día acuden a Cáritas doscientas personas pidiendo un plato de comida. Podemos --debemos-- ser más solidarios. De todos modos vaya mi gratitud más sentida a cuantos respondieron con generosidad a la colecta. Fue el mejor de los regalos, sin duda alguna. Y gracias a las cofradías de Montemayor que se empeñaron en regalar una preciosa placa. Y ahora a esperar las de platino, ¿por qué no?

* Sacerdote