Con lo precisas que son hoy las escopetas y la puntería que suelen tener los aficionados cinegéticos, puede que para muchos españoles resulte curioso cómo el ministro Bermejo ha salido ´herido de muerte´ de una cacería. Pero en realidad, ni sorprende, ni extraña. A estas alturas de la película, es de miopes extrañarse de que la razón obvia, aunque escondida, por la que hoy Bermejo se desangra políticamente no es la torpeza de ponerse a disparar municiones contra los inocentes venados andaluces, sino la irresponsable insensatez de hacerlo con un juez que a su vez llevaba días disparando imputaciones contra los "inocentes" parientes del Partido Popular.

Ese es el delito político que hoy tiene al ministro en medio de la bronca nacional y en el punto de mira del propio Zapatero , su escandaloso olvido de que en la política española rige el ojo por ojo como principio estratégico para salir de cualquier acoso. Si estamos ante un nuevo escándalo de corrupción de un partido, la primera reacción es buscar a un corrupto simétrico en el bando contrario por aquello de que si tú me arañas un ojo, yo te dejo tuerto, y si me rompes un diente, acabas mellado. Y da igual que aparezca el corrupto contrario o no. El principio sigue inamovible, porque si el partido acosado no se puede cobrar ninguna pieza del contrario, la pieza será el juez que acusa, los fiscales que filtran, la policía que investiga, las cloacas del Estado que ensucian o todos juntos y en siniestra connivencia con el enemigo político en cuestión que, obviamente, está siempre detrás de esa recurrente y eterna conspiración contra "mi partido", España y la Dolores de Calatayud .

De eso se trata, de que Bermejo le ha dado la escopeta y la munición al PP para que sus dirigentes estén dando una auténtica lección magistral sobre la aplicación de este principio del talión. Y se lo ha puesto tan fácil que, pese al daño que la encuesta que ayer publicamos en este periódico le apunta a Rajoy , hasta el momento nada es irrecuperable. Por ahora, son las personas las dañadas, pero no el partido, su posición se sostiene gracias a generosos sacrificios como el de Bermejo, que permiten soldar las bases del PP a sus siglas. En situaciones como la actual, el criterio político de los fieles no tiembla ante los hechos o las razones, sino que se fortalece haciendo de ellos coartadas e intereses.

Si aquí ha habido millones de personas que se han tragado a fe ciega la patraña de la conspiración del 11-M, no nos vamos a sorprender de que ahora, gracias a las torpezas de este cazador cazado, haya otros tantos millones que crean que, entre venado muerto y tiro al aire, Bermejo haya organizado con Garzón la red de espionaje de la Comunidad de Madrid y la trama de corrupción que atraviesa la médula del país, desde Boadilla hasta las mismas puertas de la Generalitat valenciana.

El caso es que por muchos adictos que crean en el absurdo, siempre habrá más ciudadanos que sepan separar lo contrario de lo contradictorio, que, como demostraba ayer la citada encuesta, no por ser de derechas aguantan las vergüenzas del Bigotes, ni por ser de izquierdas bromean con la tontería de Bermejo. Cada error tiene su propia naturaleza y su respectiva importancia. Mezclarlos es intoxicar, lisa y llanamente. El espionaje de Madrid es una guarrada entre socios que destripa la verdadera guerra de poder que existe en el PP de Esperanza y Gallardón ; la trama de corrupción de Madrid y Valencia es una vergüenza más de ese vicio nacional del arribismo sin límites que todos los partidos se han encontrado a su alrededor con gente que engorda ambiciones propias y ajenas a costa del dinero público --ahora le ha tocado al PP--, y, por último, los tiros de Bermejo no tienen nada que ver con lo anterior, pero, eso sí, por una parte han sido obscenos para la ecología política del Estado de Derecho, y, por otra, suicidas para el propio autor.

A juzgar por lo que ha provocado, Bermejo debió disparar al aire con una verticalidad tan perfecta que, instantes después, la pólvora le cayó sobre su propia cabeza.