A pesar de que se haya celebrado la Epifanía del Señor, es decir, su manifestación pública como Hijo de Dios, ante los demás pueblos del mundo, con el fin de que sus gentes encuentren un sentido profundo a sus vidas, al menos en este año no he visto con nitidez la estrella sobre Belén. Aquella misma que un día los Magos siguieran para participar de dicha presentación del Salvador de la humanidad. Sin duda, el humo desprendido por las bombas lanzadas sobre la franja de Gaza me lo ha debido impedir. Y a buen seguro que aquellos extranjeros que otros años encuentran sin dificultad alguna el portal, donde simbólicamente nació Jesús, esta vez se han debido perder por el camino, ante tanta destrucción como debieron encontraron a su paso. Todo un drama el suyo y, cómo no, el nuestro también, que responde a una planificada política desde antaño sobre un pueblo que sufre. Porque en Gaza se padece un asedio contrario al derecho internacional, que atenta además contra el sentido común. Un crimen de lesa humanidad el que se comete diariamente contra una población indefensa, cercada y asolada por el hambre y la destrucción. Me cuesta trabajo entender que la comunidad internacional aún no haya podido frenar en sus desmanes al Estado de Israel, para que sobre todo cumpla con sus obligaciones internacionales y acate cuantos mandatos emanan de la ONU. Es una vergüenza la impunidad con la que actúan, algo que no harían seguro si no contaran con la complicidad y el favor de los EEUU, de los que espero poco en estos momentos, muy a pesar del próximo cambio de presidente. Por ello, ante el silencio cómplice de muchos, más que nunca deseo expresar ahora todo mi apoyo moral para un pueblo único en el mundo que sufre y donde los civiles ante un conflicto armado ni tan siquiera pueden huir de su propia tierra. Considero una excusa lo de los cohetes artesanales lanzados por Hamás, en el fondo lo que se desea por parte del Estado de Israel es mantener su política en la región. Gaza poco a poco viene muriendo desde hace tiempo, por el cerco económico y político al que se encuentra sometida, siendo ya un 75 por ciento de su población, según la ONU, la que padece un hambre extrema, estando entre los motivos más recientes para el ataque, no solo razones de consumo interno por parte de Israel ante sus próximas elecciones generales, sino otras también de índole geopolítica, además de querer agravar la situación tan precaria del pueblo palestino, consagrando la división ya existente entre Gaza y Cisjordania, con el fin de poder torpedear con una mayor facilidad la creación en su día de un posible Estado Palestino. Por ello considero que la actual crisis que allí se vive es el resultado palpable del conjunto de las políticas llevadas a cabo durante años, de las que muchos países fuimos responsables o copartícipes, preguntándome en lo más profundo de mi ser, si de verdad no ha llegado ya el momento de corregirlas o de incluso darles un enfoque bien distinto. Hay guerras que es mejor ni tan siquiera iniciarlas y ésta podría ser una de ellas, en la que si bien no militarmente sí que vislumbro la derrota política del Estado de Israel. Se hacen necesarias unas fronteras justas, para que el horizonte de la convivencia sea más viable, apartando por tanto todo signo de violencia de aquellos pueblos, al tiempo que se hace necesario que se abran los pasos fronterizos existentes en Gaza, mientras se dicta con una tregua de fuego, tan necesaria para el significativo avance en el proceso de unidad del pueblo palestino. Pudiera ser que Hamás haya jugado con fuego, pero sí que creo que la respuesta por parte de Israel ha sido a todas luces desproporcionada, habiendo dado lugar a una situación humanitaria insostenible, que nadie sabe cuándo acabará. Porque Israel se niega a aceptar la tregua propuesta por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, poco viable ante el previsible veto de los de los EEUU si no beneficiara su causa. Se hace urgente que se presione a las partes para detener esta sangría humana sin sentido alguno; defender a la población civil es ahora lo más urgente, porque hacerlo no necesariamente conlleva estar en alianza con los intereses de Palestina. Cuanta más fuerza se emplee ahora en contra de este sufrido pueblo que vierte su roja sangre en la franja de Gaza, más difícil será después arreglar el conflicto. Esperemos que las elecciones próximas en Israel al menos contribuyan para poner cordura ante tanta desmesura. Hamás, a pesar de los intentos, no será destruida, sino que por el contrario creo que saldrá muy reforzada de tan inusitada violencia. Pudiera ser que de verdad quiera la paz Israel, pero un Estado como el suyo en modo alguno puede iniciar una acción diseñada meses atrás como la llevada acabo ahora en estos últimos días del año, ya que es todo un despropósito sin sentido alguno que más pronto que tarde pudieran pagar muy caro.

* Catedrático