El eximio poeta y escritor Paul Valéry , uno de los más destacados discípulos de Stéphane Mallarmé , afirmó con rotundidad que la política no es más que el arte de dificultar que la gente tome parte en los asuntos que le conciernen.

Nunca podremos decir que este intelectual se mordiera la lengua como que no se adelantase a lo que otros llegamos a constatar bastantes años después.

Se diga ahora lo que se diga, el reciente rechazo de los irlandeses al Tratado de Lisboa, que en el 2001 también lo sería al de Niza --que a su vez tuvo que ser refrendado un año más tarde con ventajas exclusivas--, nos demuestra con meridiana claridad que en la heterogénea Europa de los 27 siguen existiendo pueblos que, a diferencia de otros, no van detrás de un líder o de unas siglas de manera incondicional, sino que analizan a fondo toda propuesta partidaria como demandan coherencia y honradez tras depositar cada papeleta de voto.

Esto se resume en una gran premisa democrática absolutamente irrebatible: todo partido, como todo ser humano, no es inmune a la corrupción, ergo a la hora de votar es más sano apartar posibles influencias o viejos prejuicios, medir la viabilidad de las ofertas y no otorgar la confianza a nada ni a nadie por decisión vitalicia. Así se consolidan las democracias, se explica mejor la necesidad de plantear las limitaciones de mandato y se evitan las tentaciones del poder comenzando por su querencia hacia la prepotencia o el nepotismo.

En relación a Irlanda ha sido de aplicación a la casi totalidad de partidos, y al ex primer ministro dimitido, y al actual, que apostaron por el sí en este referéndum. Si la difunta Constitución Europea murió a manos de franceses y holandeses, el Tratado de Lisboa podría serlo por éstos del Eire, o por los checos, o quizá por los euroescépticos británicos presentando un recurso de alzada al Tribunal Superior de Londres contra la ratificación parlamentaria; algo que culminaremos aquí en octubre aún a sabiendas de que el susodicho Tratado de Lisboa nos será gravoso mientras que el de Niza nos beneficiaba.

Pronto se verá el desenlace del enésimo proyecto de Unión Europea: cómo pasaremos de ser receptores de ayudas a netos contribuyentes. ¿Pero acaso defendemos nuestros intereses? El pueblo irlandés sí lo hace. Valéry perfiló la realidad europea situándola en el mundo: cabecita del continente asiático.

* Escritor