No es fácil hablar y adentrarse en el momento que viven nuestras hermandades y cofradías. Pero, ciertamente, es un tema de plena actualidad, metidos de lleno en las playas cuaresmales y en la celebración de los diversos cultos que cada cofradía está dedicando a sus titulares. ¿Cuál es el momento que viven las hermandades cordobesas? ¿Qué horizontes nos presentan? ¿Cuáles son sus principales retos y desafíos? ¿Qué problemática les ciñe y les preocupa? Todos sabemos que las hermandades son --en palabras clarividentes de nuestro obispo, monseñor Juan José Asenjo --, "asociaciones públicas de fieles que buscan, primordialmente, fomentar una vida más perfecta, promover el culto público o la doctrina de la Iglesia, realizar actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la evangelización, ejercicios de obras de piedad o caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal". La definición recoge espléndidamente no solo lo que son las cofradías, sino cuál es su misión y su tarea. Y el prelado añadía algo más, referido a las hermandades cordobesas: "En nuestra diócesis han contribuido de manera especial al fomento de la vida cristiana entre nosotros y se han constituido en baluarte frente al secularismo que hoy impregna nuestra sociedad". Con estas palabras, queda clara la silueta de las hermandades, su principal quehacer, sus dimensiones principales dentro de la comunidad eclesial y, de cara, a su actuación en una sociedad abierta y pluralista.

Ante este paisaje doctrinal, la pregunta adquiere más fuerza: ¿Qué momento viven las cofradías cordobesas? Confieso que la respuesta que voy a ofrecer no es una respuesta solo personal sino que la he elaborado tras consultar con varios hermanos mayores y con destacadas personalidades en el mundo cofradiero. A expensas, naturalmente, de otras opiniones y pareceres, podríamos decir, de forma general y globalizada, que las hermandades de Córdoba viven "un momento esperanzado pero con incertidumbres". ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que se han clarificado con fuerza sus metas y objetivos, sobre todo desde la carta que les dirigiera el obispo, hace dos años, en la que les señalaba los principales caminos que tenían que recorrer: el camino de una mayor formación religiosa para dar respuesta del porqué de las actitudes cristianas y del alcance de los valores religiosos en el mundo de hoy; el camino de un mayor sentido fraternal de la historia, ensanchando el campo de la caridad y de las obras asistenciales, volcándose con los más débiles y necesitados; y, por último, el camino de la coherencia, es decir, de una conexión entre lo que se cree y lo que se vive, para evitar así situaciones chocantes o claramente ilegales con la praxis cristiana.

Nuestras cofradías han tomado conciencia de la importancia de estos caminos y los están recorriendo con generosidad ilusionada. Pero, junto a esta esperanza, surgen también las incertidumbres que afectan, sobre todo, a las juntas de gobierno. Primera, la dificultad de clarificar el sentido cristiano de una hermandad, con las tonalidades de las viejas tradiciones, con las exigencias del turismo, con las demandas populares. Segunda, la falta de personas bien preparadas y con gran sentido de la responsabilidad. Tercera, los altos costes humanos y económicos que suponen las estaciones de penitencia, así como mantener su espíritu y su sentido eclesial.

Por todo esto, decimos que el momento que viven hoy las hermandades cordobesas es un momento esperanzado, pero con incertidumbres. Un momento agridulce, no exento de preocupaciones. Pero sin miedos. Ya decía Chesterton que "lo que la fe cristiana trajo al mundo fue la esperanza".

* Periodista