En mi pasada crónica del 8 de marzo, dedicada a la canción sobre Julio Romero de Torres en sus cuadros, titulada "La morena de mi copla" me permití insertar una sucinta biografía del autor de la música, el cordobés de Montalbán, maestro Carlos Castellano. No pude facilitar el dato final, por la sencilla razón de que lo desconocía; pero como también manifestaba mi deseo de informarme, una caballerosa llamada telefónica atendió sobradamente mi petición.

El maestro Castellano falleció el 13 de marzo del 2002, a la edad de 98 años. La comunicación me llegó a través de un montalbeño de pro, Alfonso Vaquero Zamorano, quien por sí y también en nombre del sobrino del ilustre músico me daba la triste noticia. Y curiosamente, el día 13 pasado, en el mismo cumplimiento del primer aniversario del fallecimiento del artista.

No satisfecho con ello, el señor Vaquero Zamorano se personó en mi casa y me hizo entrega de una fotocopia de la partida de defunción. Que, en la imposibilidad de reproducirla entera, doy su extracto, que es como sigue:

"Registro Civil de Málaga. Carlos Castellano Gómez, casado (aunque he de añadir que la esposa también ha muerto posteriormente), nacido el día cuatro de noviembre de mil novecientos cuatro en Montalbán (Córdoba). Falleció a las diez horas del trece de marzo del 2002, en Málaga --Clínica Parque San Antonio--".

El primer apellido de mi generoso visitante --Vaquero-- me hizo preguntarle que si tenía algún lazo familiar con el insigne político Eloy Vaquero Cantillo, asimismo natural de Montalbán, hombre plenamente sensibilizado con la enseñanza y la cultura. Este personaje fue el primer alcalde republicano que tuvo Córdoba capital, en 1931. Por cierto que ese fue el mismo año que se inauguró el museo de Julio Romero de Torres.

En efecto, Alfonso Vaquero Zamorano me confirmó que don Eloy había sido primo segundo de su abuelo paterno.

Deseo recordar lo que ya dije en mi crónica del día 8, referente a la amistad de Rafael Romero de Torres con el maestro Carlos Castellano. Cuando éste vino a Córdoba, aureolado con el éxito fulgurante de la canción "La luna y el toro", no dejó de visitar a su amigo y de que anduviéramos ellos y yo, juntos, deteniéndonos largamente en la taberna Casa Pepe, aun regida por José Giménez Aroca, su mítico fundador.

Con motivo de aquella estancia del compositor en nuestra ciudad, mi buen amigo y prestigioso periodista Enrique Ortiz Zitro le hizo una entrevista --cuyo recorte conservo entre mis queridos papeles-- en la que se hacía mención especial del gran pintor de Córdoba.

Reproduzco puntualmente:

"- Córdoba, su tierra, le ha ofrecido temas para su música, ¿verdad?

- Claro está: "La morena de mi copla" traducida a varios idiomas. Los cuadros de Julio Romeros de Torres me han brindado mucha inspiración".

Y resume el entrevistador:

"Esto fue cuanto conversamos con el maestro Castellano, famoso por sus canciones en el mundo entero, pero menos conocido de lo que debía en su propia tierra, a pesar de los distintos reportajes que el amigo y compañero Manolo Medina (Manuel Medina González) trazó sobre su vida y su música".

Carlos Castellano era un hombre sencillo y no le agradaba la popularidad. Aunque bien podría haberse envanecido de que muchas de sus canciones alcanzaron gloria universal. Concretamente, "La luna y el toro" logró los más altas cumbres de la difusión. Esta emotiva composición fue cantada por Carmen Sevilla, Marisol, Lola Flores, Mikaela, Marifé de Triana, etcétera...

Este retraimiento del popular músico solía también ejercerlo en su pueblo natal.

Cuando iba de Madrid a Fuengirola o viceversa, se desviaba lo preciso para llegar a Montalbán de incógnito, entrar en la ermita del Calvario, arrodillarse ante la dulce presencia de su Jesús Nazareno y dirigirle una plegaria. Inmediatamente volvía a seguir su camino.

Estoy seguro de que el Jesús de su niñez y de su larga vida le ha puesto ya a su alma la luz perpetua de su bendición.