El mundo de la cultura vuelve a ser guerrero (paradigmática expresión para el caso que nos ocupa), vuelve a plantear batalla social, retomando su casi olvidado papel de catalizador de la opinión pública más progresista de este país. Chapó para los actores, espoleteados, eso sí, por el propio Gobierno y su desproporcionada reacción ante la gala de los Goya. Chapó para Javier Bardem, que ha sacudido, voz en grito en una manifestación, el falso concepto de lo políticamente correcto. Adiós al letargo intelectual, a los estómagos agradecidos, al conformismo, a la indiferencia. Prepárense: vuelve la época de salir a la calle para expresar opiniones, vuelve el tiempo de preocuparse por algo distinto a lo cotidiano, de no quedarse en la comodidad de la mesa camilla, el sofá y la televisión. La televisión... No vamos a descubrir aquí y ahora las Américas de los intríngulis mediáticos, ni siquiera nos vamos a rasgar las vestiduras por ciertas actitudes. Las televisiones públicas, tanto la nacional como las autonómicas, han sido siempre objeto de control por parte de los distintos gobernantes.

La objetividad periodística no es más que una quimera, siempre lo fue. Pero hasta la más disculpable e inevitable manipulación informativa exige cierta clase y cierto decoro, rebasados hasta el rubor y la indignación por lo que está haciendo el Ejecutivo del PP con esa pretendida televisión de todos (es verdad que entre todos la pagamos) que es TVE. La retransmisión del debate parlamentario del pasado miércoles fue más que bochornosa, y eso que al final no les quedó más remedio que emitir el plano de los actores en camiseta. Las informaciones que se emitían de forma simultánea sobre la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU y las declaraciones de Colin Powell y Ana de Palacio fueron siempre deliberadamente oportunas. La información en el telediario del portavoz Urdaci sobre la pasarela Gaudí omitió, lógicamente, la enorme pitada que el público regaló a la ministra Pilar del Castillo. En fin, Aznar imita a Bush hasta en su convencimiento de que la información (censurar, inventarse noticias falsas, etcétera) sólo interesa si sirve a la voluntad bélica. Y respecto al cine, más de lo mismo: seguro que de ahora en adelante se reducen las subvenciones públicas; pero no sufran los amantes del séptimo arte, porque en la primera disfrutaremos de más películas de los "Chuache", Stallone y Seagal, que eso sí es espíritu patrio y arte, y no el de los rojazos desagradecidos de la Academia española.